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Paperback Writer

Tres kilos de mar

Tengo un libro que se llama El Mar. Es un libro enorme que incluye, en efecto, fotos del mar. Me lo regaló un familiar. Uno de esos familiares que nunca te hacen mucho caso, y que seguramente, no llorarían en tu funeral, pero que bueno, si se da el caso, no tienen mucho inconveniente en regalarte un libro titulado El Mar, de unos tres o cuatro kilos de peso y con unas fotografías que... No están mal, si obviamos la bajísima definición y el hecho de que muchas estén partidas por la mitad, una en cada página.

¡Pero bueno! ¿De dónde viene tanto resentimiento? En realidad me alegré bastante el día en que me fue regalado. Y os aseguro que observé todas y cada una de las fotografías. Pero hoy miro este libro con, sí, resentimiento. En mi estantería hay un libro titulado El Mar. Con fotografías. Debo tener alguna especie de complejo. Tengo complejo de terráqueo. Eso, o fui marinero en otra vida. Me fastidia no vivir en la costa. A mí me gusta el olor a salitre. Lo prometo. Me gusta la brisa marina, la arena, y la ropa de playa. Tal vez no me guste mucho el pescado, pero eso es irrelevante. Cuando acabe la carrera y sea libre, haré tantas cosas... Visitaré tantos puertos... Tal vez haga mi propio libro con fotografías. Eso estaría bien.

Cuento

Este es un cuento que he escrito porque me aburría. No lo he pensado mucho y me ha costado mas bien poco escribirlo. 

 

Había una vez un chico que se sentía solo porque sus padres habían muerto y sus amigos lo habían abandonado. No mentiré. Pensó en cortarse las venas de un tajo. Fue a su cocina y cogió el cuchillo jamonero. Cuando fue a suicidarse, se dio cuenta de que no le gustaban los cuchillos y de que la idea de cortarse las muñecas lo aterrorizaba. Así que no lo hizo. A continuación se dirigió al armario de las medicinas pensando que, tal vez, podría tomar medicinas hasta quedar inconsciente y morir. Su madre solía decirle que no tenía que tomar medicinas sin preguntar primero, porque podía morir. Así que le pareció adecuado. Cuando abrió el armario de las medicinas se dio cuenta de que no sabía para que servía ninguna de ellas, salvo las pastillas para la tos. El chico prefería morir sabiendo como ocurría, así que decidió que lo mejor sería tomar pastillas para la tos hasta la muerte. Pero no murió. Cuando acabó con el bote, se le quedó la garganta tan suave, que pudo cantar como los ángeles.

El chico vivía solo con su gato. Tras muchos intentos fallidos de suicidio, entre los que se contaban sogas con nudos que no se sostenían y tentativas de saltar por la ventana, pensó que lo mejor era morir devorado por su gato. Los gatos son fieras salvajes que provienen de la selva y de la sabana africana. Y creen en la cadena alimenticia. Si el chico iba a morir, por lo menos serviría de alimento para su gato. Así que lo primero que hizo fue vaciar el cuenco de comida del felino. Después se desnudó completamente y se tumbó en el pasillo, esperando a ser devorado. Pero el gato no se lo comió. Simplemente se tumbó a su lado y maulló de hambre, hasta que los maullidos fueron tan insoportables que el chico acabó dándole de comer.

Suicidarse era agotador, tanto que el chico decidió abandonar esos planes por el momento. Se vistió y se marchó de casa sin intención de volver, porque su casa solo le traía malos recuerdos, no sin antes dejar veinticinco kilos de comida para gatos y doscientos litros de agua repartidos por la casa para que su gato pudiera vivir en su ausencia. Ahora que podía cantar como los ángeles, pensó que lo mejor sería entrar en un coro, porque aunque no le gustaran los coros, tal vez podría matar su tiempo con eso. Así que lo hizo. Había un local cercano a su casa, donde una gente muy extraña se reunía todos los jueves para cantar. El chico entró, y antes de que le preguntaran nada, cantó El himno a la alegría, que era la única canción que conocía. Los allí presentes quedaron impresionados ante tal voz angelical y decidieron contratarlo como solista principal. Durante unos meses, el chico visitó las ciudades mas influyentes de Europa en el mundo del canto. Berlín, Roma, París y demás. Sus compañeros le preguntaron en una ocasión por qué tenía tan buena voz. El chico dijo que había intentado suicidarse tomando pastillas para la tos y que en lugar de morir, había obtenido ese don divino. El coro era religioso y estaba financiado por una congregación cristiana. Todos los coristas quedaron escandalizados ante tal explicación. No les gustaban los suicidas ni los blasfemos, así que decidieron mandar al chico a paseo.

El chico comenzo a pasear aburrido, tal y como le habían mandado, pero se cansó al cabo de unas horas y decidió volver a casa, muy a su pesar. Limpió su casa y después compró un arma por internet. Al cabo de tres días llegó hasta su casa una pistola. Aprendió a manejarla y después se dirigió al campo, con intención de cavar su propia tumba, pegarse un tiro en su interior y pedir a algún pueblerino sin estudios que lo enterrara. Aunque si el plan podía sucederse en otro orden, tanto mejor. Era media noche cuando salió de casa y como no tenía coche, decidió andar. En un callejón oscuro encontró a dos personas. Una chica preciosa y un señor muy feo. El señor feo apuntaba con una navaja a la chica y le gritaba cosas feas. El chico iba a quitarse la vida de todas formas, así que no le importó arriesgarse e intervenir. Sacó la pistola y le dijo al señor feo que dejara en paz a la chica preciosa o que lo cosería a balazos. El señor feo tiró su navaja al suelo y salió corriendo. La chica preciosa se acercó y dio las gracias. El chico le dijo que no tenía porque darlas. La chica se enamoró del chico, porque este le había salvado la vida. Y el chico no se suicidó porque también se había enamorado y de todas formas, había olvidado comprar munición por internet. Ambos tiraron el arma a un contenedor, recogieron al gato de casa del chico y se fueron a vivir a casa de la chica. Y fueron felices para siempre. Aunque tuvieron algún que otro momento cabrón, pero en términos generales, fueron felices.

Daniel parado en su coche

Daniel parado en su coche

Ayer, mi compañero de clase y amigo Daniel tuvo un parón. Hoy me lo ha contado mientras me traía a casa. Ayer, ha empezado, ayer me paré. Yo lo he mirado extrañado y le he pedido mas explicaciones. Me ha dicho que ayer, mientras iba hacia su casa, le gustó un punto del camino. Conducía por una carretera secundaria que desembocaba en la autovía. Llegó hasta un ceda al paso y se dio cuenta de que no había mas coches a su alrededor. Como le gustaba el sitio, se paró. No apagó el motor, simplemente se quedó allí, plantado, durante todo un minuto. Yo le he preguntado por qué lo hizo. Qué tenía ese sitio de especial. Y me ha dicho que no sabría decirlo con seguridad, que simplemente le gustaba. Así que durante sesenta segundos estuvo contemplando su entorno desde dentro de su coche. Y yo que, no mentiré, hoy estoy triste y cansado, he pensado que me apetecía dibujarlo. Aunque soy muy mal dibujante, pero me lo permito. Este dibujo se llama “Daniel parado en su coche” y se lo dedico con cariño a mi amigo Daniel.


Click aquí para ampliar el dibujo.

El hombre linterna

El hombre linterna

Lo mejor para el ánimo son las duchas de agua fría, y la buena música. Esto es así desde que el mundo es mundo. Yo, por ejemplo, estos días estoy escuchando mucho un grupo que se llama El hombre linterna. Que son un montón de tipos graciosetes que han tenido una idea muy buena, versionar canciones de dibujos animados de los ochenta y noventa, y como lo hacen muy bien, pues me gustan. En youtube está imposible ver ninguna de sus canciones, pero si a alguien le interesa, están perfectamente disponibles en Spotify. Solo tienen un disco, que se llama Cartoon Rock. Creo que las mejores versiones son la de David el gnomo, y la de Willy Fog. De esta última serie han decidido versionar la canción que daba cierre a los capítulos, una canción que a mí siempre me ha encantado. También tocan la de Bola de Dragón, Oliver y Benji, Los mosqueperros y la horrible canción Marco, entre otras.

Así que nada, básicamente quería decir eso. Respecto a lo de las duchas frías, pues no hay mucho que decir. Dicen que es bueno para la circulación y a mí me dejan como nuevo. Además son mas baratas. Yo, ahora mismo, voy a darme una. Nos leemos.

La visita de una abeja

Hay días en los que me levanto cansado. Hoy ha entrado una abeja en mi cuarto. He abierto la ventana de par en par y he puesto una canción muy bonita a todo volumen, con unos altavoces apuntando al exterior. He pensado que me apetecía congratular al que le gustara la canción y molestar al que no. Que tristes son ese tipo de resignaciones. Abandonar la razón y pensar, voy a molestar a alguien con la mas absoluta simpleza. Es cierto que hay días en los que me levanto cansado y... Pocas cosas me importan. A estas alturas, no voy a dejar de asumir algo que es cierto. Así que ahí estaba yo, con la ventana abierta de par en par. Era media mañana y entraba un aire refrescante. Mi habitación, por su parte, olía mal. A cerrado. He estado durmiendo toda la noche y mi cuerpo ha dejado ese fantástico olor. Gracias cuerpo, otro bendito obsequio.

Y entonces, ante mi patético orgullo por estar haciendo eso, esa tontería de abrir la ventana y poner los altavoces hacia el exterior, ha entrado una abeja. Primero me he preguntado porque había venido. Le habría preguntado, no os mentiré. Me habría gustado acercarme y preguntarle, ¿Qué has venido a hacer a mi cuarto? Y quien sabe, la cosa podría haber acabado muy mal. Porque las abejas... Ya se sabe, tienen aguijones y pican. Y se mueren cuando lo hacen, sí, pero lo hacen. Incluso podría haberme dicho; nunca mas. Y eso habría sido mucho peor que una picadura. Así que por eso, por miedo, no le he dicho nada. Por miedo, sí. Tal vez habría sido el inicio de una bonita amistad.

El siguiente personaje que ha entrado en escena ha sido Sócrates, el gato, no el filósofo. Ha llegado corriendo por el pasillo, desde vete a saber donde. Yo creo que el zumbido del insecto lo ha advertido, ha encendido una pequeña señal en su instinto animal, que a su vez ha activado un enorme cartel de neón en su mente. Caza. Con luces brillantes y parpadeando. Y a Sócrates, ya se sabe, dile tu que no se coma una abeja cuando hay una abeja en el cuarto. Estaba... Ido. Ha mirado fijamente al bicho y se ha ido aproximando a el poco a poco. A mí me habría gustado advertir a la abeja. ¡Vete por donde has venido! ¡Salva tu vida! Pero soy un cobardica.

Y Sócrates ha saltado. Varias veces. Y ha atacado con zarpazos a mi visitante. Sí, soy un mal anfitrión. Ser anfitrión es muy difícil cuando vives con un depredador, que os voy a contar. La abeja no encontraba la salida, daba vueltas y vueltas por el cuarto en un desesperado intento por sobrevivir. Yo, que sí sabía donde estaba la salida, la he tomado. Es decir, me he ocultado tras la puerta. Por aquello de que pican, ya se sabe. Y entonces ha ocurrido algo no muy usual. Tal vez Sócrates no tenía hambre, o tal vez había hablado con la abeja en algún extraño lenguaje inaudible para los humanos cobardicas como yo, pero el caso es que ha acabado subiéndose a la mesa, sentándose, y mirándome. Sus ojos decían: este insecto es inocente y no me lo voy a comer. Con Sócrates decidido a no luchar, la abeja ha tenido tiempo de mirar a su alrededor, analizar la situación y, efectivamente, encontrar la ventana.

Mi preciosa canción seguía sonando, pues el reproductor estaba programado para repetir la misma pieza una y otra vez. Decía:

El cariño que te tengo
no te lo puedo negar
se me sale la babita
yo no lo puedo evitar


Y con estos versos sonando a todo trapo, la ventana abierta y Sócrates tranquilo, esta mañana he visto como un insecto alzaba su vuelo sobre los edificios de Pamplona. Adiós señora abeja, le he gritado. La próxima vez guardaré al gato. Aunque si os soy sincero, no creo que vuelva, pero le agradezco la visita. Pues esta mañana estaba cansado y sin ganas de nada.

 

La viejecita de mozambique

Esta es una canción que mi padre solía poner en el coche cuando yo era pequeño. Se que todo el mundo lleva alguna canción así en el corazón. A veces, las canciones que escuchamos de pequeños nos impregnan, tal vez, para el resto de nuestras vidas. A mí ha debido pasarme eso con esta canción. Cuando era pequeño no la entendía muy bien. Los conceptos de exilio, libertad y guerra se me escapan. Hoy, quien sabe, tal vez los entienda mejor que antes. Y aún me gustaría entenderlos todavía mejor cuando pasen los años. En fin, es curioso y grato pensar que siempre me va a gustar esta canción y que nunca la olvidaré. Esta bien saber que en mi mente, hay algo que nunca cambiará.

El final del video se corta, no se porque. El montaje tampoco es muy bueno, habría sido adecuado incluir imágenes de España también. Es lo único que encontré por la red.

El atracador

Escrito el 16 de febrero del 2011:

Hoy es uno de esos días en los que me dedico a observar a Sócrates, el gato que vive conmigo. Será, tal vez, porque este es un ejercicio muy relajante y que me ayuda a que los pensamientos fluyan mejor. Ahora es tarde, mientras escribo estas líneas, y pronto llegará la media noche, y hoy ha sido un día bastante agotador. En principio ha sido agotador porque he dormido mal. Esta mañana me he levantado con dolor de cabeza y lo he sabido. Hoy va a ser un día agotador. Luego ha resultado que, efectivamente, el cansancio ha sido el gran protagonista del día, pero que aún así, lo he combatido con avidez y valentía, tanto que al final la jornada ha resultado productiva y todo. He estado en clase, he ido a una charla sobre el arte en la segunda mitad del siglo XX en la Universidad de Navarra, he comido fuera de casa, luego he vuelto a clase y finalmente he llegado a casa con la intención de relajar la mente. Así que escribiré algunas lineas, que eso siempre me motiva, me humaniza y hace que me sienta bien. Hoy voy a hablar de mi última aventura. Y en esta ocasión si que puedo decir, quizá por primera vez, que fue una aventura en su mas puro significado.

El domingo pasado intentaron atracarme. Fue una situación en la que tuve que hacer uso de todo mi ingenio y templanza y en la que, al final, mis méritos y la fortuna hicieron que saliera airoso.
Cuando era pequeño tenía una idea muy estereotipada de lo que era un atraco, debido a las películas y a los cuentos. Pensaba que en un atraco alguien te apuntaba con un arma, preferiblemente una pistola, y te decía, la bolsa o la vida. Y entonces, la víctima, a nada que tuviera suficiente valentía y destreza, podía hacerse con el arma del asaltante en un descuido y hacer que la situación cambiara de tornas. Mas tarde, en el instituto, descubrí que la cosa no era así. Pamplona es una ciudad en la que hay un buen nivel de vida. Y yo fui a uno de los mejores institutos públicos de la ciudad. Rara vez, por no decir nunca, iba a los lugares mas humildes de Pamplona, por decirlo de alguna forma, y no me juntaba con gente muy distinta a mí, mas que con mis compañeros de clase. Aún así, mis amigos y yo fuimos intimidados en un par de ocasiones por gitanos. Eran, efectivamente, gitanos, y con esto no quiero decir nada mas que eso, que eran gitanos. También tuve, debo decir, algunos buenos amigos gitanos. Pero los que venían a pedirme la paga no eran precisamente amigos. Normalmente nos superaban en edad y rara vez nos enseñaban arma alguna, sino que nos dejaban intuir que llevaban alguna encima. Esto me ocurrió durante los primeros años del instituto, digamos que con doce, trece, catorce años. Después supongo que crecí y ya no se atrevieron a pedirme el dinero tan alegremente.
El caso es que el otro día, el domingo, andaba yo volviendo a casa cuando decidí pararme en unas máquinas de comida y refrescos. Serían las diez y media de la noche y la verdad es que no había mucha gente por la calle. Saqué una bolsa de patatas pequeñita, para picar cuando llegara a casa, pues ya había cenado. Entonces alguien gritó algo y yo me giré. Vi a una persona desde la lejanía que caminaba a paso rápido hacia mí. No entendí lo que me había gritado y le miré con cara de circunstancias, pues no sabía si se había dirigido a mí o tal vez a algún otro individuo del que yo no hubiera llegado a percibir su presencia. Una vez estuvo mas cerca, volvió a gritar y esta vez si que entendí lo que dijo. Dijo:

-Vamos a por farlopa, primo.

Miré a mis espaldas pensando que había alguien detrás de mí, y que el chico que quería ir a por farlopa no me estaba hablando. Pero no. No había nadie mas. El chico llego hasta mí, y creo que a parte de su sexo, no daré mas detalles sobre él. Me cogió fuertemente del brazo y siguió andando. Debo decir que me costó reaccionar y asimilar la situación. Lo primero que hice, seguramente motivado por un acto reflejo, fue zafarme. Lo aparte de mí. Entonces, una vez tuve a esta persona de frente, caí en la cuenta de que se trataba de un atraco. No me cupo la menor duda.

-Vente conmigo a por farlopa -repitió.

-Yo contigo no voy a ningún sitio -dije yo.

En esta ocasión no estuve motivado por un acto reflejo, sino por una idea bastante sólida. Si iban a agredirme o a hacerme cualquier cosa, mejor que me lo hicieran en la calle.
Al margen de todo esto, mis pulsaciones ya se habían disparado. Supe, en ese momento, que la imagen y el lenguaje corporal que yo fuera a usar iba a ser decisivo en mi destino mas próximo. Así que, para evitar mostrar ninguna debilidad, apreté los dientes y me puse serio. Intenté pues no mostrar el miedo que poco a poco iba recorriéndome el cuerpo. Como digo, tengo una poca experiencia en estos temas y sabía perfectamente lo que iba a pasar a continuación. El tipo iba a amenazarme y a exigirme, sino los contenidos de mis bolsillos, todo el dinero que llevara encima. Optó por lo segundo.

-Está bien -dijo- entonces dame todo el dinero que lleves.

-¿Vas a pegarme? -pregunté yo motivado por la violencia de la situación, con ganas de dejar claras las opciones.

-Sí -dijo él- voy a meterte cuatro hostias bien dadas.

Yo no soy, en ningún caso, una persona violenta. Jamás agrediría a nadie por ningún motivo. Siempre he pensado que en una situación desesperada, me defendería. Pero en cualquier caso, no serviría de nada, porque soy un enclenque. Barajé la posibilidad de salir corriendo, pero un puntito de orgullo en el fondo de mi corazón me lo impidió. Así que como no tenía ningún interés en recibir golpes, dije para retrasar ese momento:

-¿Para que quieres mi dinero? ¿Para droga?

-Sí -me contestó. 

Y entonces fue cuando me di cuenta de que mi destino estaba resuelto y de que, independientemente de lo que fuera a pasarme, yo no iba a darle dinero a mi atracador, a no ser que este sacara un arma. Para empezar, considero que es incorrecto responder a este tipo de amenazas. Pero no solo eso, jamás dejaría que mi dinero acabara en manos de un camello u otro suministrador de estupefacientes. Me he prometido a mi mismo que siempre rechazaré las drogas y que lucharé, hoy por hoy, por su desaparición. Este es un debate que dejo para después o para otra ocasión, pues da para rato. Volviendo al tema, decidí que tenía que intentar retrasar el momento en el que yo recibiera golpes lo máximo posible. Y comencé a andar. Todo lo que hice estaba orientado a retrasar la pelea y a mostrar a mi atracador que no tenía miedo. Esto último era algo totalmente falso, pero por intentarlo que no quedase. Así que anduve, como si no pasara nada, como si tuviera que seguir con mi viaje a casa. El encontronazo había ocurrido en una plaza trasera peatonal, así que me encaminé hacia una avenida normalmente transitada.

-La verdad es que tengo bastante suerte -le dije- porque solo llevo cuatro euros y medio, tal vez cinco, en el bolsillo.

No se si ese comentario fue muy acertado. El atracador, que comenzó a seguirme mientras yo andaba, dijo con interés.

-¿Estás solo?

-Sí -le dije. Porque era la verdad y si le hubiera mentido, enseguida se habría dado cuenta de que lo hacía, porque no había nadie mas en los alrededores, y porque bajo presión se miente muy mal. Y si se daba cuenta de que le había mentido, sabría que yo tenía miedo y además encontraría motivos para zanjar el asunto tal y como se había planteado en un principio. A golpes. Así que dije la verdad. El intentó desviarme hacia el entresijo de plazas y calles traseras de la zona pero yo me mantuve firme en mi dirección, zafándome cada vez que me cogía del brazo y tiraba de mí.

-Estoy seguro de que tienes mas de cinco euros en el bolsillo -me dijo- saca la cartera y demuéstralo.

Ese era un viejo truco al que ya me había enfrentado. Si sacas la cartera estás perdido. Cualquiera se daría cuenta.

-Si saco la cartera la cogerás y saldrás corriendo.

-No, confía en mí, solo quiero que me demuestres que no me estás mintiendo.

-No necesito demostrarte nada. Mira, si quieres drogas, has de saber que no pienso darte nada. Yo me he distanciado de muchos amigos míos por culpa de las drogas, y aunque nunca las he consumido, me han causado algún que otro sufrimiento. Créeme cuando te digo que si te doy dinero ahora para que te compres farlopa, esta noche no dormiré.

La verdad es que me sinceré completamente con él. En parte movido por la tensión. Todo el mundo sabe que bajo presión es muy difícil mentir y las verdades salen solas. Igual daba, porque yo no tenía nada que ocultar. Así que no le mentí en nada. Todo lo que le dije era verdad. Que no tenía ningún interés en darle mi dinero, que solo llevaba cuatro euros y medio en el bolsillo, etc. Me amenazó por ultima vez.

-No quiero pegarte porque pareces buena persona -me dijo- pero si no me das tu dinero lo haré -entonces cerro el puño y, doblando el codo, me apuntó con él- te pegaré en la cara muy fuerte y te caerás al suelo.

No respondí. Tenía un nudo en la garganta y en el estómago. Tenía miedo. No sabía que iba a pasar. Yo nunca he tenido una pelea y nunca me han pegado. Pensé que la primera vez estaba a punto de llegar.

-¿Qué pasa? -me dijo- ¿No te crees lo de que te caerás al suelo?

-Sí -contesté con una voz grave y con unas palabras que aún no se de que parte de mi mente salieron- me lo creo. Si me pegas en la cara con la suficiente fuerza, lo mas posible es que me caiga al suelo. Ya se como funcionan las peleas. Lo siento, pero aun así no puedo darte nada.

Y entonces puse mi mano suavemente sobre su puño. Esperando, al menos, poder entorpecer la trayectoria del puñetazo. Pero no me pegó. Me pidió que lo mirara a los ojos. Yo lo hice. Me dijo su nombre. Yo le dije el mío.

-Necesito tu dinero, estoy enganchado, de verdad que lo necesito. Dame tu dinero para salvarme la vida.

-Si te doy mi dinero no te salvaré la vida, te pagaré la próxima satisfacción.

-Tu no lo entiendes -replicó.

-Ya te he dicho que aunque nunca he tomado drogas, se como funcionan. Me hago una idea de lo que sientes, pero aún así no puedo darte nada. Se que tu estás convencido de que la única forma de ayudarte es darte dinero, pero no. Si quiero ayudarte tengo que hacer precisamente lo contrario.

Paso tras paso, llegamos finalmente a la avenida. Había gente andando por la acera y muchos coches circulando por el asfalto. Me consideré bastante a salvo. Al menos ahí, la duración de una pelea sería corta, y el atracador, si es que se atrevía a pegarme no tendría mucho tiempo para repartir golpes. De todas formas, el atraco ya no era un atraco. Ahora era un dialogo en el que un chico con el mono intentaba convencerme para que le diera dinero. Sentí verdadera compasión.
No se que habría pasado si la situación se hubiera alargado mas. Tal vez aquel tipo habría acabado pegándome, o quien sabe, tal vez yo habría acabado cediendo a sus argumentos y a sus amenazas. Imposible saberlo. Un coche invadió la acera y se paró frente a nosotros. Se bajaron dos hombres enormes y nos mostraron sendas placas de policía. Aquello había acabado y solté un suspiro de alivio. Ese día no tuve mi primer contacto con la violencia. Los policías me ignoraron y le pidieron la documentación a mi atracador. Éste, aún mientras los policías le hablaban, siguió insistiéndome en que le diera mi dinero.

-Por favor -me dijo por última vez- tu no lo entiendes. Te creo en lo de que solo llevas cinco euros. Dámelos, por favor. Por favor. Sálvame.

No pude responder. Le miré lleno de pena. Tenía ganas de llorar, no os mentiré. Uno de los dos policías se interpuso entre mi atracador y yo y me preguntó si yo tenía alguna relación con él. Le dije que no, que lo acababa de conocer, y entonces me pidió que me fuera de allí. Obedecí. Una vez me hube alejado lo suficiente como para que los policías no pudieran verme, me oculté tras una esquina e intenté observar desde la lejanía. Pude ver como el atracador se negaba a sacar la documentación, y como los policías lo reducían, y tras pegarle la mejilla contra una de las ventanas del coche, lo esposaban.

Yo aún llevaba la bolsa de patatas en la mano. La tiré a un contenedor y después no pude evitar pegarle un par de patadas a una pared. Me sentía muy mal, por varios motivos. Me sentí mal porque la noche del domingo se me demostró, una vez mas, lo que pueden hacer las drogas. Cuando llegué a casa arrojé los cuatro euros con sesenta y cinco céntimos sobre la cama y pensé: todo por esta mierda.


Mas reflexiones sobre Twitter

Queridos lectores, venía a hablar de mi actividad en twitter y de lo que supone para mi esa red, pero creo que a estas alturas sería injusto hacerlo sin dar un acceso al canal que tengo allí, para que podáis saber que es exactamente lo que digo allí.

http://twitter.com/enderodiat

El último acontecimiento en twitter que ha ocupado mis pensamientos es el que la televisión y otros medios han decidido bautizar como "Holocausto Vigalondo" y del que no me cabe la menor duda de que dejará tanto nuestras memorias como la programación televisiva en un corto periodo de tiempo. Porque en el fondo no ha sido un acontecimiento importante, solo ha llamado la atención. Siquiera pienso que su protagonista, Nacho Vigalondo, vaya a verse afectado por esto en un futuro. Aún así, gracias a este episodio, han quedado demostradas algunas realidades, y por eso me gustaría desahogarme un poco por aquí.

Todo empezó cuando hace unos días, este señor usó twitter para hacer chistes malos sobre el holocausto. También hizo otros, pero los del holocausto fueron los mas numerosos. Fue muy curioso que respondiera, en un primer momento, llamando gilipollas sin sentido del humor a todos los que lo insultaron por los chistes. Un insulto no es mas que una falacia, cuando el tema va de opiniones y de porque se debe o no se debe decir algo. De ahí que, por mi parte, todos los que esa noche se dedicaron a insultar a Vigalondo no aportaron nada en realidad.

Es difícil resumir en unas lineas todo lo que se ha aportado en twitter sobre este asunto desde ese día. Recomiendo a los lectores que os paséis por la página y obtengáis la información de lo ocurrido de primera mano. El canal de Vigalondo es este, y requerirá algo de indagación el llegar hasta la información que remito, pues es de hace unos días y ya se ha quedado atrás:

http://twitter.com/Vigalondo 

Cuando todo esto sucedió yo me quedé un poco pasmado. Poco me costó darme cuenta de que se trataba de chistes y de que Vigalondo no estaba siendo, de ninguna manera, revisionista (uno de los "chistes" decía que el holocausto fue un montaje). Pero pensé: que montón de gilipollez. Lo primero que me vino a la cabeza fue, este señor esta tratando de quedar como un extravagante, demostranto vete a saber que tontería. Ese día no me vi en la necesidad de decir nada, pues pensé que los hechos hablaban por si solos. Hoy no ha sido así. Hoy, tras algún que otro rato de reflexión y de conversación con mis amigos, he decidido aportar mi opinión a todo este respecto en twitter. He escrito lo siguiente dirigiéndome a Vigalondo.

@Vigalondo a mi no me ofenden las bromas sobre el holocausto. Pero pensar que sentirse mal ante ellas es no tener humor... Es absurdo.
@Vigalondo dirás lo que quieras, pero esto ha sido una maniobra chapucera para ganar en extravagancia y popularidad.Si se me permite opinar.
@Vigalondo eso sí, la tele y los periódicos van a la carnaza, porque carecen de su propio material. Es síntoma de extinción, a mi entender.
@Vigalondo yo creo que has cometido un error y punto.No entro en valoraciones.Un saludo, y gracias por la atención si es que la he recibido.

La verdad es que me he quedado bastante sorprendido al ver que Vigalondo me contestaba. Será porque soy novato en el uso de esta herramienta y apenas me he dirigido a gente tan solicitada en la red como este hombre. La contestación ha sido la siguiente.

@enderodiat Opina, que es lo que hace todo el mundo. Yo lo explico todo en mi blog. Pero ya no aspiro a que cambies de idea. 

La indiferencia y el resquemor en la contestación me han dejado, en un primer momento, algo disgustado. Luego he comprendido que este señor lleva muchos días leyendo opiniones, insultos, y demás comentarios sobre lo mismo y debe estar hasta los mismísimos.
A pesar de todo, he leido su blog. Y eso que el no me lo ha pedido directamente. Yo pensé que con leer sus tweets ya estaba suficientemente informado como para opinar. Esto debería haber sido así, ya que es de lógica y de retórica que yo atienda solamente al canal donde todo empezó. Pero twitter tiene una peculiaridad que, tanto resulta incómoda a veces, como tal vez permita su propia existencia y popularidad: no se pueden usar mas de 150 caracteres en cada aportación o tweet. Así que, sabiendo esto, he leido el blog de Nacho Vigalondo, en concreto la entrada "Holocausto Vigalondo" con ilusión. Aquí lo dejo, y recomiendo también su lectura.

http://blogs.elpais.com/nachovigalondo/ 

Es impresionante, verdaderamente increíble, lo mal que han quedado casi todos los medios que han participado en la discusión. Esta es, en definitiva, la única lectura que saco del asunto y el motivo de que publique esta entrada. Se ha malversado la información. Se sabe que se ha malversado porque esta demostrado. Vigalondo tiene razón en que muchos medios no se han molestado ni en leer su twitter, sino que directamente han leído lo que otros decían y han presentado la información como si de primera mano se tratase. Es que es para llevarse las manos a la cabeza. Esta malinformación ha hecho estragos. Hay una verdadera masa de gente que asiente e insulta cada vez que la televisión menciona los hechos. Gente que ni siquiera sabe que se trataba de una broma. Leyendo el blog se entenderá a la perfección.
Por otra parte, el hecho de que la televisión y muchos periódicos usen cada vez mas lo ocurrido en twitter para llenar espacio, es bastante notable. Yo pienso que esto es así porque twitter, simplemente, gusta mucho, y por naturaleza mas que la propia televisión. Twitter está bien, ya lo expliqué cuando hablaba de Reverte, y la televisión solo actúa como un ente carroñero. Creo que este es el primer paso hacia al desplome de la misma. Pido a mis lectores o a quien sea, que se tome conciencia de esto. Yo soy crítico a mas no poder con lo que se dice por televisión. No queda otro remedio. Tengamos cuidado, amigos.

Esta entrada la publico para fomentar el uso de Twitter, tanto de forma participativa como pasiva. Creo que cuando nos hablan de algo que ha pasado en internet, debemos recurrir a internet para contrastarlo. Podemos hacerlo, está a nuestro alcance. No es como cuando nos hablan de algo que ha pasado en otro país. Internet está en casa, señores.

Y eso es todo lo que quería decir. Si a alguien le interesa saber como ha quedado mi opinión sobre el hecho en sí después de todo esto, pienso que fue un error por parte del director. No creo que todo forme parte de un guión, él señala en su blog que eso sería absurdo y yo lo creo. Es obvio que esa actuación no estuvo muy meditada. Intuyo que nació de algún tipo de anhelo por ser extravagante y sentirse, en cierta forma, por encima de sus lectores. Aún así, y con mas razón una vez que la disculpa esta escrita, eso no significa que haya que crucificar a nadie, no es justo. Todos hacemos el bobo alguna vez, un servidor el primero. Y yo, en el lugar del director, estaría bastante afectado. Vamos, pasando un mal trago. Así que si Nacho Vigalondo me lee (ahora se que eso es posible) le daré desde aquí los ánimos de un inexperto universitario informático.

Jorge Cafrune

 

Este es mi pequeño homenaje al canta-autor sudamericano.

Yo no se muy bien quien es Jorge Cafrune. Poco se. Se que fue un hombre de la sierra al que mataron. Allá lejos, al otro lado del charco. Se que fue alguien que vivió con el corazón henchido y que creyó siempre en la belleza que lo rodeaba. Y que mi padre lo admira, igual que yo.
Creo que hombres como Jorge Cafrune han hecho que yo no crea en Dios. Gracias a estos hombres he descubierto que la religión se queda cortísima al hablar de la inmortalidad, de la belleza y del amor. Hoy, ya veis, escuchando a este hombre, se han asomado unas lágrimas por mis mejillas. Yo también quisiera, en días como este, tener las palmas de las manos curtidas de trabajar la tierra. Yo también quisiera, en días como hoy, ser un hombre de la sierra y llenarme siempre los pulmones de aire fresco, limpio y puro.
Sí, seré un idealista, un rarito y muchas cosas mas. Pero para cuando muera, como dice Cafrune, o hagan de mi guitarra astillas de fogata, mi esencia ya habrá impregnado todas las cosas que yo amo. Y de la misma forma en la que hoy pienso en él, y en muchos otros, cuando miro a los montes desde mi cuarto, se que yo también habré de existir en un poco de todo aquello cuando mi cuerpo yazca bajo tierra o hayan hecho de mis huesos, cenizas para el viento.

"No es lo mismo el ir cantando con esas voces tan finas,
que andar gritando a la luna en estas noches tan frías."

El detective sucio

En internet están de moda los microrrelatos. No es un género que me desagrade, pero me da pena que triunfe sólo porque la gente no quiera gastar mucho tiempo en leer. A pesar de todo yo me pusé a prueba con él. ¡Espero que os guste!

El repiqueteo de la lluvia en la ventana y el rugido amortiguado de los autos de la calle consiguieron despertar al detective. Eso, o sacarlo de su incómoda duermevela. Cuando era joven solía notar fuertemente los olores de la mañana. Ahora ya no, claro. No después de tantos años siendo fumador. Así que, sea como fuere, se despertó y se fumó un puro, ignorando por completo su olor corporal. ¿Se puede ser un indigente durmiendo bajo techo? El detective solía hacerse esa pregunta. Aquel día también se la hizo, mientras enrollaba el viejo colchón de muelles cedidos y lo metía en el armario de la oficina. El cuerpo le picaba. Le picaba por su mala higiene. Por su inexistente higiene. El sudor se acumulaba en todos los resquicios de su piel y después se secaba. La oficina, por su parte, olía a tabaco y a choricillos quemados. A mierda, vamos. Como si alguien hubiera hecho sus necesidades allí mismo, en el escritorio. El detective se metió la camisa por dentro de los pantalones, se sirvió el primer whisky aguado de la mañana y se sentó en su silla, mirando la puerta. Rememoró sus años como policía y suspiró el humo de su puro, sin que ninguna de estas dos cosas consiguieran conmover su espíritu apático. Con un poco de suerte, vendrían uno o dos clientes. Luego, por la tarde, tendría que seguir a un par de adúlteros cabrones y a algún putero de los suburbios. Ojalá, pensó, ojala le tocara perseguir a algún pobre ladrón.
Decidió, al fin, que abriría la ventana cuando se acabara el puro y la copa. Que él no tuviera olfato no significaba que aquel despacho no oliera a cuerno quemado.

Hay que ver que poco escribo

Hay que ver que poco escribo ultimamente. Creo que tengo otras cosas en la mente y no me preocupa el hecho en sí. Lo único que temo es que el blog se pare para siempre, pero supongo que eso es difícil. ¿Cómo está mi vida actualmente? Pues está bien. Los días pasan tranquilos y voy conociendo gente nueva, bien en la universidad, bien en los bares los fines de semana. Estoy montando algo así como un grupo de música con dos amigos míos que son Mikel y Gonxal. Somo dos guitarras, una eléctrica y una acústica. Gonxal, por su parte, nos toca los yembés. Tenemos temas propios y todo, pero no se si son gran cosa.

Otra novedad es que le he comprado a Hettar su Xbox 360 (consola de juegos) porque el ya tenía otra en el piso. Siempre me han gustado los videojuegos pero es que ahora me alucinan los gráficos que traen. De momento estoy dandole bastante caña a uno que se llama Red Dead Redemption, un videojuego en el que el jugador controla a un pistolero del lejano oeste. Genial para los amantes del spaghetti western como yo.

Y poco más, de momento. Espero que a todos os vayan las cosas bien, tanto a los que os conozco como a los que no. La verdad es que, por mi parte, las cosas interesantes que me han pasado en los últimos meses son demasiado íntimas y no pegarían mucho aquí. Pero supongo que relataré mi próxima aventura. ¡Un abrazo!

Comparación entre la televisión y twitter

Pido disculpas por la pausa que ha habido en esta página. Estamos en lo de siempre, así que no voy a darle más vueltas. Simplemente hay veces que escribo más y otras menos. Bueno, hoy quería meterme un poco en polémica. Es curioso esto de los temas que están en boca de todos. Resulta que si se dan muchas opiniones sobre una cosa, tendemos a pensar que todas son igual de importantes y que ninguna tiene realmente la razón, cuando la realidad es que algunas opiniones tienen mas valor porque poseen más contenido intelectual y otras no valen nada.

El otro día, hablando con mi amigo Garci, me enteré de que el programa de la sexta "Se lo que hicisteis" había criticado duramente a Arturo Pérez-Reverte de forma satírica, como se supone, es su estilo habitual. Estilo que por cierto, empieza a parecer penoso mas que gracioso, pero bueno, dejo esas valoraciones para los seguidores del programa.
Esto ocurrió porque
el escritor, a su vez, criticó duramente al exministro Moratinos debido a que lloró durante su cese como ministro.
Yo quería abstraerme un poco
del juicio de valores al que se sometió al ministro y posteriormente al escritor. Porque intuyo que carece de mucha importancia. Bien es verdad que de primeras, cuando me informé de todo el asunto, pensé que es absurdo faltar a alguien debido a un llanto. Y posteriormente, cuando le dediqué unos ratos de reflexión, pensé que tal vez no era tan absurdo, y que alguna razón había para estar de acuerdo con Reverte. De todas formas, las dos posturas tienen bastante sentido atendiendo a lo que uno espere de un político.

Hoy quería comentar el tema de los medios. Las opiniones que se han lanzado en este debate se han caracterizado en esencia por el medio que se ha usado para que llegaran hasta los interesados, como yo, por ejemplo. Creo que para entender bien lo que estaba diciendo el escritor y que intenciones tenía, no hay mas que darse cuenta de que lanzó sus críticas a través de la red social twitter. El hecho de que lo hiciera así determina varios factores en la situación comunicativa. A saber, que su opinión estaba respaldada únicamente por él y que este hecho fue ineludible. Ya no cabía decir cosas del tipo "yo interpretaba mi personaje", "fue la cadena televisiva y no yo", "el editor de mi revista me instigó a escribir". Decir algo en el medio que esa red social ofrece, es como gritarlo a los cuatro vientos, directamente de tus propios pulmones. ¿Soy el único al que le gusta la idea? Las críticas de Reverte han llegado hasta nuestros oídos sin ningún problema, casi como si se tratara de un medio de comunicación de masas. Sin embargo, si pensamos en el resto de opiniones de este tipo que llegan hasta nuestros oídos, nos costará discernir si alguna de ellas está respaldada únicamente por una sola persona física, de manera que esta persona sea la única responsable de lo que haya dicho y le sea imposible huir de ello. Las cosas que oímos por televisión no son opiniones de mucho valor. Para empezar porque nos es difícil discernir a su autor. En los telediarios, por ejemplo, hay un guión que alguien ha escrito y no se hasta que punto es pública la información sobre quien lo ha hecho. Nosotros solo vemos al monigote de turno contándolo, que de seguro se lavará las manos si le achacamos alguna responsabilidad sobre lo que ha dicho. Y supongo que pasa lo mismo con todos los programas televisivos que hablan sobre actualidad.
En cambio, twitter es un medio bidireccional que permite que se responda a lo que uno dice. Y así, mientras que Reverte ha lanzado sus opiniones aportando su nombre, su cara, asumiendo toda la responsabilidad (sin ser respaldado por un editor) y contestando a otros participantes de twitter, sus detractores televisivos lo han hecho escondiéndose detrás de insulsos monigotes, sin gracia y con poca clase.
En fin, yo creo que el tema de que un hombre llore ya está como muy superado, pero yo entiendo hasta cierto punto que el hecho de que un político llore puede considerarse sensacionalista, como el que busca una empatía inmerecida. De todas formas yo defiendo al escritor en base a los valores que defiende su forma de opinar, a mi entender: libertad de expresión y honestidad en la retórica.

Twitter es una red social que me está gustando bastante. Cuando empezó todo este movimiento de las redes sociales yo lo miré con cierto escepticismo. Ciertamente, tuenti y facebook me parecen rincones muy poco estimulantes. En cambio el formato de twitter hace que pueda leer cosas de la persona que yo quiera, sin preocuparme de tener amigos o no, sin preocuparme de que otros incluyan fotografías indeseadas de mi mismo ni cosas por el estilo. La única pega es la limitación en la longitud de los mensajes que uno puede escribir. Si esta limitación no existiera, ya sería genial, aunque de esa manera, la red no sería popular y costaría mas trabajo seguirla. Cada día me gusta mas internet y menos la televisión. Ya no se si el problema de ésta es el mal uso que le dan sus dueños o es que directamente ofrece un sistema que no vale para nada.

Mirando por la ventana

Esta es una de esas entradas en las que os cuento que estoy sentado en mi cuarto mirando por la ventana, imitando al gato. Ayer domingo se levantó mucho viento en Pamplona. Creo que en esta ciudad, cualquier acontecimiento así, tan sencillo, toma mucha importancia en seguida. Me hace gracia, por ejemplo, el revuelo que ha montado Moncho Armendariz. Va a rodar una película utilizando a gente navarra, como hace siempre. Y es genial la ilusión que aparece por la ciudad. Me habría gustado presentarme al casting, pero en los días en los que se celebró yo tenía otras cosas en la cabeza.
El año pasado participé como figurante en la ópera Carmen, que se representó en el palacio de congresos de Pamplona, creo que como conmemoración a su apertura. Y fue sencillamente genial. Me hicieron ponerme un disfraz y salir tres o cuatro veces a escena, donde no hice nada realmente difícil. Y el resto del equipó me trató como si fuera un actor de verdad.

Pero bueno, otra vez será. Moncho Armendariz prepara su casting, el gato mira por la ventana, y el viento amontona las primeras hojas caídas en el patio del instituto Iturrama. Y yo aquí, ya veis, sin nada especial que contar. Hoy me está gustando como pasa el tiempo. Esta tarde tengo que estudiar. Ya nos leeremos.

Arguedas y la pinturitas

El sábado estuve en un pueblo de la ribera Navarra llamado Arguedas donde se celebró la primera edición del Riber Rock, un festival de grupos locales (no he encontrado la página del festival por internet, lo siento). Arguedas es un pueblecito de unos dos mil cuatrocientos habitantes, que no está nada mal. Las casas son grandes y bastas, con separaciones y diferentes alturas en sus tejados. Algunas tienen bonitos aleros y otras no. Las calles anchas y la forma de las casas hace que se conforme un paisaje rural bastante castellano. A mí siempre me impresiona Navarra, porque es una comunidad repleta de culturas diferentes y de diferentes paisajes, según te muevas por el norte, el sur, la zona media, los pirineos, etc. Arguedas, por ejemplo, es limítrofe con el desierto de las Bardenas Reales y eso hace que el pueblo tenga un paisaje muy interesante y bonito a mi parecer. Se pueden ver bastas explanadas repletas de matojos secos y algún cultivo de secano. Y también formaciones de barrancos. A un lado del pueblo hay unas rocas enormes con un color muy llamativo. Amarillento. Debajo de estás enormes rocas se sitúa el pueblo. A mí personalmente, me da la sensación de que Clint Eastwood va a aparecer trotando desde la llanura en cualquier momento. Será que he visto demasiado western de los setenta. Lo pasé bien en Arguedas y en el festival, en el que tuvieron algunos problemillas. Seguro que el año que viene les va mejor.

Quería hablar de la pinturitas, una mujer que vive en Arguedas. Cuando me baje del autobús, vi un mural de pinturas. Pero con la oscuridad de la noche y las prisas no le presté mucha atención. Fue al irme de allí, al día siguiente, con la mochila a la espalda, cuando vi la enorme pared repleta de dibujos. Hay toques abstractos y vanguardistas, pero en general se pueden percibir allí numerosas formas de animales y personas. Y sobre todo muchísimo colorido. Impresionante y muy bonita obra de arte. La pinturitas, una mujer menuda con un gorro negro, apodada así por algunos pueblerinos sin sensibilidad artística y sin mucha humanidad, pintaba con un pincel y un bote de pintura roja. Mikel y yo la mirábamos, desde el otro lado de la carretera, algo atónitos. Notó nuestra presencia, se dio la vuelta y comenzó a gritarnos cosas que no llegamos a entender, pues hablaba muy rápido y los coches no cesaban de pasar entre nosotros. El muro estaba repleto de pinturas. Había ojos que nos miraban y nos asustaban un poco. Había manos y pies que emergían de diferentes figuras. Había animales agazapados. Había textos, escudos y conocidos iconos. El dibujo me envolvía. No solo por su enorme tamaño, también por su cantidad de formas y colores. Me daba la sensación, ciertamente, de estar perdido en la locura. Así que la pinturitas siguió gritándonos un rato mientras esperábamos al autobús de vuelta a casa. Javier, un hombre del pueblo que se nos acercó para tranquilizarnos, nos explicó que ciertamente la mujer padecía de una enfermedad metal y estuvo contándonos algunos detalles de su vida privada. Me llamó la atención la indiferencia con la que Javier nos hablaba de la mujer y lo poco que parecía importarle el mural. A mí en cambio, me tenía maravillado. Es curiosa, a veces, la forma que tienen algunos pueblos pequeños de valorar sus bienes. Si yo formara parte del ayuntamiento de Arguedas, daría a conocer este fantástico mural e incitaría a la gente para que viniera a visitarlo, porque es una enorme obra de arte. Si alguna vez pasáis por allí, os recomiendo que toméis un pequeño desvío. Arguedas está a unos pocos kilómetros al norte de Tudela. El mural puede verse perfectamente desde la carretera que atraviesa el pueblo y está rodeado de amplias zonas en las que dejar el coche. Nadie que lo visite se arrepentirá.

Kokoshca y los estilos musicales

Si hace tiempo hablé de una entrevista a los Nerviosos, hoy voy a hablar de otro grupo de Pamplona que se llama Kokoshca.
Nunca los he escuchado en directo y es algo que me fastidia, pero todo se andará. Mi amigo Miguel me dejó hace unas semanas su primer disco y aquí lo tengo. Si bien se me ocurrió hablar de los Nerviosos a raiz de que leí una entrevista que les hacían en un blog, está vez se me ha ocurrido hablar de Kokoshca porque también he leido una entrevista que les han hecho en otro blog. ¿Será casualidad? La verdad es que me encantan las entrevistas a artistas y es un formato periodístico que me motiva. Creo que asediar a un artista a base de preguntas es algo muy divertido y muy estimulante.

Hablo desde mi experiencia como artista, si es que tengo algo de eso, cuando digo que un artista no reflexiona mucho sobre el porqué de su arte y suele atender a razones sencillas, tal vez un "me siento mejor haciendo música". Pero claro, ese "me siento mejor" corresponde a un plano superficial y yo siempre he pensado que desde la inconsciencia, hay muchas mas cosas que mueven a un artista. Yo creo que en el arte y en la música hay mucho de comunicación. Pero no es una comunicación normal, no es algo meramente informativo. Tal vez comunicación no es una palabra adecuada y en cambio términos como transmisión o envío sean mejores. Me refiero a que con el arte se transmiten muchas cosas, muchas sensaciones, muchos sentimientos que sencillamente no se podrían transmitir hablando. Tal vez con algún buen poema o una muy buena narración, pero aún así es algo diferente. Tanto el observador como el artista, músico en este caso, son conscientes de alguna manera de esta transferencia y eso hace que ambos se sientan bien. Y vaya que esta es una reflexión que me gusta, tal vez porque guarda relación con el altruismo y niega un poco esa realidad del ser humano egoísta en la que muchos creen.

No se si en Kokoshca habrán pensado en estas cosas. Yo pienso que sí, porque su música refleja mucha autenticidad. Y quería decir que me ha hecho mucha gracia el entrevistador, porque insistía en preguntarles sobre estilos musicales, en situar al grupo en algún estilo. Pero yo creo que Kokoshca está completamente desmarcado de todo ese rollo de los estilos. Tal vez para un crítico de música sea útil hablar de estilos musicales, pero para un músico no lo es. Eso pienso yo. Un buen músico se preocupa solo de hacer música, de extraerla de si mismo y de que exprese, transmita y envíe todas esas pequeñas realidades de las que he hablado antes. Si resulta que podemos agrupar esa música debido a similitudes entre las diferentes canciones, pues vale. De no ser así, no pasará nada. Por eso me gusta tanto Kokoshca.

En Pamplona hay un bar que se llama Singular y que me viene bastante bien para ejemplificar esto de los estilos. El Singular se anuncia como bar indie, sea lo que sea eso de indie, y en efecto, la música que allí se puede escuchar debe corresponder a este estilo, indie. Si es que existe. Debo decir que los pinchadiscos de ese bar son pésimos. Antes había uno bueno pero desde hace algún tiempo no lo he visto por allí. Los pinchadiscos son malos porque están convencidos de que la música que pinchan es indie y de que el resto de canciones del mundo no lo son. Y por ese motivo solo pinchan eso, indie. Sin embargo, hay muchísimas canciones que también cuadrarían con el ambiente que quieren que tenga el bar pero que jamás escucharé allí por dos motivos. El primero, porque son canciones de antes de este siglo. El segundo, porque las canciones de antes de este siglo no son indies. ¿Me explico? Muchos pinchadiscos son como fervientes religiosos. Tienen fe en un estilo. Creen con todas sus fuerzas que ese estilo existe, que es un ente que provoca que otros seguidores del mismo disfruten. Pero ese ente no existe, solo es una ilusión. Enfocarse con un estilo, por lo general, es una perdida de talento. Hay artistas que consiguen estar satisfechos con un solo estilo, como Elvis Presley o muchos bluesmen. Entiendo esos casos. Al final todo se resume a ser auténtico, a hacer lo que realmente quieres hacer. Eso influye mucho en la calidad del resultado, pienso yo.

No se si he empezado este artículo con la idea de decir algo mas que lo que ya he dicho. Kokoshca es un grupo que me gusta bastante, sus canciones me gustan, me gusta oirlas, hacen que me sienta bien. Me tranquilizan si estoy nervioso y me animan si estoy triste. Pero lo que mas me gusta es la honestidad del grupo con sí mismo.

Y ya acabo. Como siempre, recomiendo Kokoshca a todo el mundo. Aquí su myspace.

La cocinera

Recuerdo que cuando era pequeño e iba al colegio, tenía una amiga. Trabajaba cocinando y sirviendo comida a los niños que se quedaban a comer al medio día. Yo casi nunca me quedaba a comer, pero aún así éramos amigos. No recuerdo muy bien las circunstancias que se dieron para que fuéramos amigos, pero lo éramos. Coincidíamos de vez en cuando, cuando yo salía de clase a la hora de comer, o cuando entraba por la tarde. Por supuesto que no era una relación de amistad normal y corriente, dado que yo era un niño y ella una mujer adulta. Solía llamarme por mi nombre y preguntarme por mi estado de ánimo. Yo le decía que estaba bien y le sonreía. Recuerdo su rostro vagamente. Tenía gafas y cara redonda. Era una mujer muy alegre, gastaba bromas y siempre sonreía. Lo recuerdo a trozos. Ella no se interesaba por mí de manera particular, no me seguía ni nada por el estilo. Solo conversaba conmigo un rato cuando nos cruzábamos y se interesaba un poco por mis cosas. No recuerdo si esa mujer tenía algo de especial, pero hoy se a ciencia cierta que era una persona realmente sincera y que su presencia me hacia sentir bien. Yo era un niño. Me resultaba agradable hablar con ella pero no le tenía un cariño especial ni pensaba en nuestra relación. Si no hubiese sido un niño, tal vez podría haberme parecido un poco raro todo aquello, aunque si os soy sincero, ahora recuerdo a esa mujer con ternura. Ciertamente éramos amigos. En su momento no lo agradecía, pero sin duda es de agradecer que alguien se interese por otra persona sin querer nada a cambio.
Un día yo estaba esperando a mi padre en la calle, sentado en un banco. Las piernas no me llegaban al suelo y las balanceaba, como suelen hacer los niños. Vi a la mujer acercándose por la acera. Ella caminaba lentamente. Recuerdo que miraba al suelo apesadumbrada. Cuando pasó por delante, levantó la vista hacia mí. Estaba muy seria, parecía otra persona. Yo me puse en pie de un salto, sonriente, dispuesto a decirle hola, a que me llamara por mi nombre, a que me preguntara qué tal estaba y a decirle que estaba bien. Pero ella simplemente pasó de largo. Devolvió su mirada al suelo y pasó de largo. Creo que esa fue la última vez que la vi, y si volví a verla después de aquello, no lo recuerdo. Y si hoy volviera a verla, no sería capaz de reconocer su cara. Todo esto que os he contado son recuerdos borrosos que tengo en la mente con algunos matices nítidos.

Hoy, sin saber muy bien como ha ocurrido esta fortuita conexión sináptica en mi cerebro, me he acordado de ella. Nunca antes había pensado en ella e insisto en que no se que es lo que me ha llevado hasta su recuerdo. Le dije a mi padre que la cocinera no me había saludado y mi padre me explicó que la gente mayor a veces se pone muy triste muy triste y pierden las ganas de saludar a sus amigos. Hoy he recordado a esta mujer, aquí, sentado, solo en mi cuarto y me han entrado ganas de abrazarla y de decirle que no está sola. Ojalá ella, esté donde esté, lo sepa.
Será que tengo alguna especie de trauma con esta historia, pero sentía ganas de contarle esto al mundo.

Ir de compras con mamá

El otro día fui de compras con mi madre. Yo creo que en alguien como yo, hacer algo así debe ser como una especie de suicidio emocional. Pero a veces no hay escapatoria, las madres pueden ser implacables. Yo lo se. Así que fui con ella al centro comercial y debo reconocer que ir de compras con mi madre es todo un reto personal. Uno debe ser frío y decidido, pero sobretodo hace falta mucha fortaleza espiritual.
El entorno de las tiendas de ropa se me antoja bastante extraño. Es territorio desconocido y, en términos generales, podría decir que no me gusta. Aunque tal vez no lo comprenda y de ahí mi aversión. Entras por una puerta muy grande y dentro hay mucho espacio. Y aire acondicionado por doquier. Es curioso esto de la moda juvenil. El noventa por ciento de la ropa me parece simplemente fea. Fea con un par. Ortera y cutre. Una de las cosas que no me gustan, por ejemplo, son los vaqueros rotos. Se venden vaqueros rotos a un precio normal. Quiero decir, normal si no estuvieran rotos. ¿No es absurdo? ¿Por qué comprar algo así? ¡Pero si ya esta roto!

Con mi madre se lo que hay que hacer. Hay que evitar la discusión. Es algo primordial. Cuando me enseña una de esas camisetas horribles multicolor, con letras de grafiti y descosidos, respondo únicamente: no. Y nada mas. Es duro, es duro, pero no hay elección.
El otro día mi madre me dejo un poco de tiempo libre mientras ella miraba otras prendas, así que estuve observando un poco, pero sin ningún ánimo de crítica. Solo buscaba entretenerme, así que me dediqué a acariciar todas las prendas que veía. ¿En qué otra ocasión uno puede acariciar textiles suaves gratis? Camisetas de algodón... Chaquetas americanas... Vaqueros desteñidos. Casi todas las cosas no me entraban por lo ojos, pero me di cuenta de que con el tacto era diferente. Deslicé mi mano por todos aquellos textiles, con mucha suavidad. ¿Qué tacto tendrá esta blusa? ¿Qué tacto tendrá este gorro de lana? Y así fui matando un poco el rato. Luego me llamó la atención el papel que ponen dentro de las camisas para que no parezcan flácidas y aplastadas. Era divertido golpear las camisas y hacer sonar el papel maché que llevaban dentro. Sí, también estuve un rato golpeando camisas. Otro juego al que se puede jugar en una tienda de ropa es intentar adivinar los precios, claro. También estuve un rato haciéndolo. Vi una corbata de cincuenta y seis euros y polos negros por sesenta euros. Que un trozo de tela valga tanto es algo que tampoco entiendo, y si de verdad estás pagando la calidad, no lo se.

Así que nada. Los tipos como yo lo tenemos difícil con la ropa. Pero no porque todos sean un poco tontines como yo. No me refiero a eso. La cosa es que la gente guapa no debería tener el problema de que ponerse. Sí, bueno, seguro que ellos eligen cosas que les gusten y tal. Vale. Pero una persona guapa va a seguir luciendo interesante se ponga lo que se ponga. A ver si me explico. Yo veo una camiseta que me gusta, me la pruebo, compruebo que no me queda bien y la dejo. Con la gente guapa no puede pasar eso. Yo conozco a gente guapa y no hay nada que les quede mal. Tal vez será que con los días voy apreciando un poco la belleza humana. En mi adolescencia la veía con un poco de rencor, pero creo que ya no. Mirad los anuncios que hay en las tiendas de ropa. Los grandes carteles con modelos de cuerpos esculpidos. Ahí teneis una verdad oculta. Esos carteles se usan para vendernos una imagen genial y muy sexual, para que creamos que con la ropa vamos a ser así. Bien, ya he oido eso muchas veces y estoy de acuerdo. Pero yo creo que en esos carteles se esconde una verdad mas oculta. La gente guapa es agradable a la vista se ponga lo que se ponga. Seguro que ejercen su personalidad con la ropa y tal, como hablé en aquella entrada. Pero lo que esos enormes carteles me dicen es: no es la prenda, es la persona.

En fin, no le demos muchas vueltas, solo es una pequeña reflexión que tengo yo cuando pienso en la gente guapa que conozco.

El suicidio de Mariano José de Larra

El suicidio de Mariano José de Larra

El trece de febrero de 1837, alguien que ahora ocupa un huequito muy importante entre mi pensamiento, murió. Decidió pues quitarse la vida con un tiro. Cogió una pistola, se apuntó a la sien derecha y se voló la tapa de los sesos. ¡Pum! No se muy bien como debió resultar la escena, aunque yo siempre me la imagino grotesca y llena de sangre. ¡Pum! En la pared, junto con la bala incrustada, trocitos de cráneo y cerebro. Y sangre por todo, claro. Y el cuerpo desgraciado de Mariano José de Larra descansando sobre un sillón orejero, con los brazos colgando por fuera, un batín elegante de andar por casa y todo teñido de rojo. Así es como yo me lo imagino.

Me atrevería a decir que en ese momento, no se atisbó ni un ápice de la claridad que derrochaban sus artículos. De la mente amueblada en la que muchos creerían. Supongo que mas bien, ese momento debió llevar mucho de enajenación, poca reflexión y en definitiva, una gran dosis de estupidez. Entre otras cosas, porque fue su hija de seis años quien halló la grotesca escena. Tiempo antes había recibido una visita de su amada, de la que poco se y poco quiero saber. La mujer se presentó en casa de Larra solo para pedirle algunos papeles y para despedirse. Yo no se ciertamente como debió ser esta mujer, pero no puedo evitar imaginarme a un monstruo cada vez que pienso en ella. Larra, quien es en este tiempo mi amigo únicamente por mi parte, pues desconozco si el me conoce a mí, amaba a esta mujer con locura. Y locura precisamente debe ser la palabra mas acertada para describir ese amor, por la escena que se sucedió después mas que nada. Así que si él amó a esta persona, tal vez yo habría hecho lo mismo de conocerla personalmente. A ella se la tragó el mar meses después, lo que tal vez podría entenderse como una venganza romántica. Porque si algo sabe hacer el mar, es ser azul y tragarse a la gente.

Larra murió, efectivamente. Cometió un gran error al quitarse la vida a los veinte siete años, tampoco hay duda de eso. Hoy, si visitáis Madrid como yo lo he hecho, podréis ver un pequeño busto del escritor, situado frente al palacio real. Allí, con esa mirada pétrea, metálica y fría que caracteriza a las estatuas, encontrareis al suicida. Mirará, si os acercáis lo suficiente, hacia el infinito. Y su semblante será pues el de un muerto. El de un joven con las ilusiones truncadas. El de un cobarde, dirán algunos. El de un ser amado. El de un drama, al fin y al cabo.

Foto: Dani (izquierda) y yo (derecha) posando junto al busto de Larra. Tomada por Elena.

En el tren

El jueves fui a Madrid.

La ribera de Navarra,
los campos ya cosechados,
las bodagas guardan vino.
¡Casi como si notara,
ese olor así, divino!
Y paramos en Tafalla
durante un par de minutos,
y luego muy lentamente
y sin guardar una pena,
tranquila y muy suavemente,
vuelve a arrancar la centella.
Con su rugido sutil
surcamos de nuevo el campo.
Yo no quisiera dormir
en mi vagón de tercera
pero con el sol poniéndose
en campos de la ribera
me va envolviendo un sopor
y creo que voy dormido
al entrar en Aragón.
¡A saber que soñaré!
Cuantas veces yo soñara
en mi cama: ir en tren.
Y ahora que estoy en él,
¡A saber que soñaré!

Y cuando llegue a Madrid
tal vez alguien me despierte.
Ya es hora de salir,
ya llegamos, ya por fin.

Últimas tendencias

Últimamente se suele dar mucha importancia a la forma de vestir y a la moda. En parte gracias a la mejora del comercio de estos productos, cosa que ha ocurrido junto con la globalización y los nuevos medios de comunicación. Pero también porque la mayoría de gente es partidaria, algunos sin saberlo, de ejercer su personalidad con su forma de vestir. Al fin y al cabo, la imagen se podría considerar tal vez una forma de comunicación mas, algo sutil y que ofrece otro tipo de información. Y aunque tampoco es una información muy fiable, ya se sabe aquello de que las apariencias engañan, tampoco podemos negar que nos dejamos influir por ella y a veces hacemos juicios inconscientes sobre las personas en base a su imagen. Prejuzgamos, dirían algunos.

Así que nada, que yo quería hacer un articulo de moda, así, un poco de broma y tal y no he sido incapaz de recopilar información. Abriendo alguna revista de tendencias me he aburrido a los pocos segundos y en internet ha estado difícil encontrar algo. Así que lo escribiré con lo que se.

En verano predominan los colores claros. Me siento algo tonto diciendo esto, pero es lo único que se sobre moda. ¿Y por qué no te callas? ¿Y por qué no te callas tú? Y también la ropa así, ligera. Es decir, que de abrigos y chaquetas poco. Bueno, si hace fresco una chaqueta o un jersey no suele faltar. Los hombres se hacen con pantalones de esos piratas, siempre dependiendo de la edad. Algunos conservadores optan por el pantalón vaquero largo y por asarse las pantorrillas. Y las camisetas suelen ir por fuera en los últimos años, aunque eso a mi parecer queda menos elegante. Y las chicas algo parecido, supongo. Aunque de pantalones piratas menos, por el rollo de la depilación. Y en esto soy consciente de que generalizo, pero, ¿Qué narices pasa con la depilación? Nada, que muchas mujeres no se ponen pantalones cortos deseándolo, solo por no tener las piernas depiladas. Me parece estúpido renegar así del cuerpo pero bueno. Y también blusas y tal, que os voy a contar. Y lo mismo que los hombres, alguna chaquetilla si hace fresco. Y bueno, ¿Qué predomina esta temporada? Pues yo que se que predomina, los colores claros, como siempre. Y las sandalias, como todos los veranos.

Pues eso, intento fallido si queréis, pero que no se diga que no lo he intentado. Como decía antes, la forma de vestir es una forma de expresarse y de hacer uso de la libertad de cada uno. Que no os engañen. Si te obligan a vestirte de una forma, en cualquier ámbito, están atentando contra tu libertad de expresión y están haciendo una muestra de autoridad hacia ti. Estas prácticas se suelen hacer para crear orden y limitar al individuo como ente pensante, para dominarlo mejor. Pensamos en los colegios, en los trabajos, pero, ¿Ir a la moda no debe ser algo parecido? Diferente, pero con puntos en común. ¡Libertad de vestimenta!