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Paperback Writer

Mi vida

Mi vida: cierre

Se terminó ’Mi vida’.

No se si me sigue apeteciendo esto de hablar de mi vida. Me siento empapuzado de mi mismo, como si se me hubiera cansado un hipotético cuello, de tanto tener la cabeza volcada hacia mi interior. Hoy os contaré que he recibido una mala noticia. No era una noticia sobre mi vida, era una noticia sobre la vida de alguien que no soy yo. Una noticia sobre alguien a quien me gustaría parecerme, aunque dudo que nunca llegue a conseguirlo. Tal vez sí lo haga minutos antes de morir, si para ese momento he tenido una vida plena y satisfactoria, habiendo leido ya mucho y habiendo pensado mucho, si para entonces he amado todo lo que un hombre pueda amar. Ojalá en ese momento, yo sea para la gente de mi alrededor, lo que esa persona es hoy para mí.  Lamento, queridos lectores, lamento no poder huir de ese ensimismamiento que siempre llega con la muerte. Ya sabeis, el quedarse mirando la ventana o el gotelé mientras corre el pensamiento como un fluido espeso y manso. Como un mar en calma.  Y hoy, tengo un monton de cosas que no se a quien le interesarán. Tengo la cabeza llena de... No sé, no sé que tengo en la cabeza. ¿A dónde irán todos esos pensamientos que nunca se plasman en la realidad y acaban olvidandose? ¿A dónde irá mi ensimismamiento? Esas cosas que no decimos en voz alta, ni escribimos en un papel, ni tecleamos en el ordenador. Tal vez exista un sitio para esos pensamientos, un bosque donde los árboles susurren "he olvidado la cartera en casa", "será idiota el tío ese", y también algún "te quiero" y algún "si supieras lo que siento por ti..." mucho mas poético.

Digo, que he recibido una mala noticia, y sin quererlo, me he hallado llorando. Sorprendido he estado por unas lágrimas auténticas, que ahora seguramente pierdan parte de su significado y de su importancia, al ser compartirdas con el mundo. Hay alguien a quien yo admiraba y ya no está. Yo lo conocía y él a mí no. Yo lo miraba cuando lo veía pasar por la calle, como un paparazzi indiscreto, como un fan adolescente. Y hoy tengo tantos pensamientos sin destino. Cosas que le diría, cosas que podría haberle dicho. Eh, tío, tengo un blog. Bueno, escribo sobre lo que me llama la atención, a veces esto, a veces lo otro. Y resulta que unos amigos me dijeron que debía hacerlo mas personal, y llevo unos día dedicándome a desarrollar un único tema, mi vida. Pero ya lo dejo, me he empachado. Ya no quiero hablar mas de mi mismo. Y se que el conocimiento sobre uno mismo es bueno, conócete a ti mismo, un proverbio salido de la mas pura sabiduría. Pero hoy, hoy, ni el "conócete a ti mismo" que tantas veces me ayuda, me resulta agradable. Hoy lo veo mandón, manipulador y feo. Hoy no quiero conocerme a mi mismo, hoy querría conocerte mas a tí. Si alguna vez entras en mi página, no creo que halles nada nuevo, porque me das cien vueltas.

Como estoy innovador, pondré por primera vez aquí unos versos que no he escrito yo. Antonio Machado, como no, ya me conoceis. Es un pequeño poema que no se si tiene algo que ver con el resto de la entrada. Es para que nos quedemos con buen sabor de boca.

Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
-así en la costa un barco- sin que el partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la vistoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.

Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguardar sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa.

 

Mi vida: ciudad

Tengo mucho sueño pero voy a hablaros un poco de mi ciudad. Aunque creo que hoy me gustaría mas hablar de lo cansado que me tienen los malditos examenes. Cuando uno se pega tres horas estudiando, sale de la biblioteca para estirar las piernas y la luz solar le da en la cara... Es... Es... Es horrible. En fin, no se que estoy diciendo, a vosotros que os importará si estoy cansado o no. Perdonadme, perdonadme, es por eso, porque estoy cansado. Debería intentar dormir, pero no lo conseguiré a menos que me despeje un poco la mente, así que... ¡Allá vamos! Me ceñiré al guión.

Mi ciudad. Bueno, una forma de decirlo. No soy un patriota. No creo en la patria. Tampoco soy un ciudadano del mundo. Tengo un hogar, y ese hogar esta en Pamplona, por el momento. Como digo, que no soy patriota, y si hay algo que haga que sienta apego por Pamplona, es casi exclusivamente la gente. No toda la gente que vive aquí, no, porque son muchas personas. Trescientas diecinueve mil doscientas ocho personas en el año dos mil siete. Y esa es mucha gente, no podría decir, me gusta la gente de Pamplona, porque es imposible conocer a trescientas diecinueve mil doscientas ocho personas. Esto es una especie de broma, pero no tiene gracia porque tengo sueño y no se lo que digo. Pero seguro que mas de uno sería capaz de acusar de demagogo a alguien que dijera algo así. Me gusta la gente de Pamplona. A veces odio la retórica por eso, porque te pones a hablar con alguien, a conversar con alguien. Eso, a veces uno se pone a conversar con alguien y esa persona solo está interesada en delatar una y otra vez los errores argumentativos de uno. Y cuando esto sucede, el problema suele ser muy simple. No se puede conversar. Acabas siendo acusado por usar modismos propios de la lengua, o de una jerga. Acusado por cada palabra, a veces incluso cortado en mitad de frase porque el interlocutor intuye que vas a incurrir en una falacia. Cada palabra observada al dedillo. Examinada. Vale, vale que cometa errores argumentativos, pero si estoy conversando es para hallar una verdad, hallar una opinión, un trocito de saber y no para tener razón. Mucha gente dialoga para tener razón y poder decir: ¡Já! ¡Yo tenía razón! ¡Yo tenía razón y tu no! Y así recibir toneladas de satisfacción. Toneladas y toneladas de inmunda satisfacción demagógica. ¡Eso si que es demagogia! ¡La filosofía no es retórica! La filosofía solo entiende de una cosa. De cultura, de conocimiento, de saber, de libertad. Y ese fin, ese único fin posible es la filosofía. Y todo lo demás no es filosofía, porque el resto sólo son medios. ¿La retórica es filosofía? ¿Cómo va a serlo? La retórica solo es una herramienta polivalente, no podría serlo jamás. Y en todo caso la filosofía puede y digo puede usar a la retórica, porque si la retórica me gustara estaría contenida exclusivamente en la filosofía y aún así no podríamos decir que toda retórica es filosofía, porque filosofía sería un termino de mas extenso significado que rétorica. La filosofía incluiría a muchísimos mas elementos que la rétorica. Y hoy en día, la ciencia de la conversación, es usada frecuentemente para algo que no tiene nada que ver con la filosofía y con la democracia tampoco. Creo. La cuestión es que por mucho que sepa dialogar una persona, eso no le da conocimiento y no lo convierte en filósofo.

Como no se lo que estoy diciendo me voy a dormir y mañana sigo escribiendo.

Hola de nuevo. Retomo esto donde lo dejé ayer. Releo las lineas de un poco mas arriba y me parecen las lineas de un niñato que no sabe de lo que está hablando. Tal vez lo sea, pero que le voy a hacer a parte de intentar mejorar. ¿Qué tal si dejo esto en plan experimental? Sí, creo que estará bien, es mi blog y hago lo que quiero. Al fin y al cabo, es lo que soy. Y lo que escribí ayer forma parte de como soy, así que haré un esfuerzo y lo dejaré para que otras personas lo lean, porque eso puede ayudarme a saber como soy.
Bueno, pues al fin dormí pero hoy sigo teniendo sueño. Dios santo, soy un quejica... ¡Estoy aquí para hablar de mi ciudad! Vale, ahora si que sí, me ceñiré al guión.

Mi ciudad. Pamplona. Segundo intento. Mi ciudad es muy bonita, hay muchas zonas verdes y poco tráfico. Bueno, mas bien diré que hay poco tráfico en relación con otras ciudades mas grandes, lo cual es normal porque aquí vive menos gente. Es difícil hablar de mi ciudad, porque nunca he vivido en otro sitio y no tengo puntos de apoyo para comparar. ¡Wow! ¿No es curioso como funciona nuestra mente? Cuando sabemos cosas, las usamos para desentrañar cosas nuevas. Usamos nuestro conocimiento para seguir adquiriendo mas conocimiento. Por ejemplo, a la hora de decidir si Pamplona es grande o no, uno debería apoyarse en el tamaño de otras ciudades. No, en el tamaño de todas las ciudades que conozca, como si fueran una lista ordenada según el tamaño. Y ahí, en esa lista, uno debería decidir que lugar le corresponde a Pamplona, y según ese puesto, decidir si Pamplona es una ciudad grande o pequeña. Y eso debe hacer tristemente relativos a muchos de nuestros juicios, porque los evaluamos en función de lo que tenemos, pero, ¿Quién asegura que lo que tenemos es suficiente para emitir un juicio? ¿Y las cosas son lo que son en si mismas o lo son en relación con las otras cosas? Pensemos. ¿Qué utilidad me da el saber que una ciudad es grande? No hay infinitas ciudades, y ciudad es un término que hemos inventado nosotros. Es un término humano, y por lo tanto útil. Si una ciudad pequeña fuera considerada grande porque estuviera así establecido trascendentalmente, ¿Qué utilidad tendría decirlo? ¿No sería mejor decir que es pequeña porque el resto de ciudades son mas grandes? Vale, punto aclarado. De momento. En este caso, emitir un juicio es parecido a hacer una comparación, pero esto es muy peligroso, porque si todas las personas fueran malas, la menos mala sería buena. ¿Lo sería en realidad? Yo puedo decir que no porque soy omnisciente a mi situación hipotética, pero si estuviera contenido en ella, y solo conociera a personas malas, es lo que diría. Es un poco tétrico. Vale, lo he vuelto a hacer, mejor me pongo a estudiar y lo dejo para luego. ¡Soy incapaz de centrarme!

Aquí que vuelvo y otra vez perdón por decir gilipolleces. Ocurre que cuando leo libros de pensadores o artículos de reporteros críticos pienso que yo puedo hacer lo mismo. Al fin y al cabo, yo también pienso cosas, así que me creo que puedo redactarlas y argumentarlas como si fuera pensador profesional. Ya, pero esa gente a la que leo tienen mucho cuidado de tenerlo todo bien mascadito antes de decirlo y en parte es normal porque todos me sacan la tira de años. Algunos incluso están ya muertos. Por no contar que me superan en experiencia.

En fin, mi ciudad, tercer intento y definitivo. Pamplona es un sitio cómodo. Es cómodo porque es pequeño y completo al mismo tiempo. Hay cines y colegios y hospitales. Cosas básicas para poder considerar que un sitio es una ciudad. Es cómodo porque si tienes coche solo encuentras pequeños atascos en las horas puntas. Y para mí que no tengo coche, es cómodo porque puedo ir a cualquier parte andando. Tal vez descontando La txantrea, que es un barrio que está en el quinto pino. Creo que puedo recorrer la ciudad de punta a punta en una hora. Tal vez una hora y pico, si me haceis salir de La txantrea. Y el ambiente de Pamplona es bastante hogareño. La proporción de gente conocida con respecto al total es bastante alta, así que si echas a andar, rara vez no te encontrarás con algún conocido que te pregunte que tal estás, y al que tengas que decir bien, o hasta los cojones, según tu afinidad con esa persona y tu estado de ánimo real. Esto hace que sea un sitio hogareño, pero a veces es molesto que te echen un silvido, porque hay gente que en lugar de saludarte te echa un silvido. A veces voy tan tranquilo por la acera y pum, silvidito. De esos con los dedos en la boca. ¿Te silvo yo a ti, majo? ¿No, verdad? Pues porque no le silvas a otro, a mi dime hola. Pero que le vas a hacer, no lo hacen con mala intención y si me molestan los sonidos muy agudos, es problema mío, así que a otra cosa. ¿Qué mas iba a decir? Estoy que no se donde estoy. Venía hacia casa hace unos minutos y he pasado por un sitio que olía muy mal. Una calleja trasera. He mirado a la acera y había trozos de mierda por todo. Bueno, en algunos sitios había trocitos de caca y en otros solo manchas marrones. Como si hubieran pintado los adoquines con un plastidecor de esos, de color marrón. Y claro, no olía bien precisamente. Pero este es un hecho aislado y que no es representativo de la ciudad. Siempre me pasa lo mismo cuando sufro de malestar físico. En este caso sueño y agotamiento, pero en el hospital también pasaba. Y cuando tengo mucho calor. El desecho biológico toma protagonismo en mi vida, y siento una especie de apatía hacia él. Como un, pues vale, es mierda, y qué. Sí, creo que es bastante raro.
Sigo. Pamplona, sí, Pamplona. El terrorismo y el nacionalismo vasco son cosas que están muy presentes por aquí. Y perdón si he dicho terrorismo y nacionalismo vasco así, a la vez. Son cosas que no tienen porque estar unidas. Y la mayoría de las veces no tienen nada que ver. La gente que no es de aquí piensa que no es así, pero reventaría si a mis conciudadanos (por estar mas cerca de mí) no les dejaran pensar como les de la gana. Tube una conversación muy interesante con mi amigo Palacín sobre el nacionalismo. Me dijo, es bueno que el nacionalismo defienda la cultura para que no se pierda. Y tenía toda la razón, esa es una cosa que me gusta mucho de esta rama política. Lo que me molesta, tal vez, es el prejuicio. El prejuicio que a veces va unido a este movimiento de que una tradición es mejor que otra y punto. Mejor dicho, el prejuicio de que para algunas personas sea mas importante su cultura que la del resto. Esto es un error. Y luego hay otro error que es el terrorismo. Los terroristas no siempre matan gente, a veces solo ponen bombas en coches vacios para acojonarnos un poco a todos. Como dijo mi profesor de historia del año pasado, nos ponen la pistola en la cabeza. Y de esto ya os podeis imaginar lo que opino. Para mi matar es cohartar la libertad. Y por eso el terrorismo me parece muy contradictorio. Pero es raro pensar que eso anda por aquí, por Pamplona. Es incómodo y extraño. Porque sí, ponen una bomba en la Universidad de Navarra y matan a un policía de tal sitio. Y yo pienso, ¿Cómo serán esas personas? ¿Conoceré yo a alguien así? Y no, que yo sepa, ningún conocido me cuadra con mi imagen de un asesino. Ninguno. Hay gente en Pamplona que no es totalmente consecuente con la democracia, porque no deján decir al resto lo que piensan. Y aquí si que hay muchos conocidos míos, y como no me gusta condenar a nadie, diré que en ocasiones yo también tomo esa actitud. Todos somos humanos, y en el fondo no es tan grave. Pero es algo benigno para el bienestar social. La gente tiene que poder decir lo que piensa, leñe. Es que me hace falta oirles, me hace falta. A mi y a todos nos hace falta. Y a veces con un simple insulto, un simple gesto, un simple facha cabrón, ya se está haciendo algo muy feo. Ya se está haciendo algo totalmente antidemocrático. Pero es curiosa la forma que tiene la gente de aquí de ser cerrada. No se suele hablar de política salvo con gente de confianza, tema tabú por antonomasia. Sin envargo, Pamplona es una ciudad donde se habla mucho, donde hay mucho arte, mucha música, mucho teátro, mucha literatura. Y gente sencillamente genial. ¿No es genial ver a gente joven queriendo defender y promover la cultura? Pues de esos hay unos cuantos. Respecto a esto último, aquí hay una cosa que me gusta muchísimo y se llama Alter Paradox. Alter Paradox es una asociación sin ánimo de lucro llena de gente que me alucina, gente que respeta su entorno con una actitud muy natural. Como si fuera lo mas normal del mundo. Respetan y cuidan todo su entorno. A toda la gente, a toda la historia del lugar, a toda la cultura. Tal como estoy hablando, parece que os estoy presentando una secta. ¡No, no, nada de eso! Ya hablaré de Alter Paradox otro día con mas profundidad, no es mas que una asociación de juegos. No juegos de azar. Juegos de rol, de mesa. Y un buen sitio para conversar sobre lo que sea. En serio, sobre lo que sea. Debe ser el sitio mas carente de prejuicios de toda la ciudad.

No se que me queda por decir sobre mi ciudad. Muchísimas cosas, supongo. Hay un casco antiguo precioso, bastante concurrido. Está caballo blanco, que es el sitio mas alto de la ciudad. Al igual que la catedral, claro. Está el Ezkaba, que es como el Tibidabo pamplonés. Un monte muy próximo a la ciudad, también llamado Sancristobal, por el nombre del fuerte que hay en su cima. Y está la ciudadela. El recinto amurallado transformado en parque. Es increible, es un sitio muy especial. Por dentro y por fuera tiene recobecos entre la muralla, donde a veces voy a leer. Yo no se muy bien si Pamplona es un lugar especial. A mi personalmente me encanta. Debo estar enamorado de esta ciudad.  En esta página, un andaluz amigo mío que lleva aquí dos años dice "Pamplona, aun siendo la cuidad en la que menos tiempo he vivido, si es la que mas me ha hecho recordar mi pasado y también la que me hace vivir el presente, sin duda es una cuidad mágica". Yo estoy con él, es un sitio mágico.

¡Conseguido! Acabé.

Mi vida: los viernes

Hay un bar al que suelo ir los viernes por la tarde y allí me encuentro con algunos amigos. Ciertamente, la tarde los viernes se ha convertido en un ritual bastante puntual, del que si no participo, en seguida me siento aburrido y desdichado. Es un bar que esta muy cerca de donde vivo, y no se si tendrá algún encanto especial, nunca me he parado a pensarlo. Realmente es como un antro, todo esta como sucio... Pero no está sucio realmente, será por el color, el desgaste, etc. Lo limpian todos los días antes de abrir, le dan una buena pasada, que siempre le hace falta. El sitio en sí, mas que gustarme, me parece cómodo. Sobre todo por la ausencia de normas, el poder sentarse donde sea, traer comida de fuera y como no, el precio de la cerveza. Bastante de mi gusto. Aunque si voy allí todos los viernes, es porque allí me encuentro con algunos amigos, como ya he dicho. Entre todos hablamos de nuestras cosas, de todo un poco, lo normal. Opinamos de esto y de lo otro, algún tema de actualidad, yo intento llevar siempre una anécdota divertida para que me recuerden lo despistado e infantil que resulto a veces. El sitio suele llenarse de gente y eso me fastidia. A mi me gusta observar a la gente, conocer gente, conocer sitios y tal, pero los viernes por la tarde solo me apetecé estar allí con mis colegas y nada mas. Y si esta costumbre cambiara, me molestaría muchísimo.
En este momento suele ser la primera vez de la semana en que veo a Mikel, y si no es así, mal vamos. Mikel suele decir que es mejor que no nos veamos entre semana, porque sino, le restamos bastante encanto al ritual del viernes. Además, dice que pasamos mucho tiempo juntos y que si pasaramos mas tiempo juntos aún, acabaría hartito de mí. Y yo entiendo perfectamente lo que quiere decir, de verdad que sí.

También suelen aparecer por allí Íñigo y Patricia. Por cierto que al final no conseguí que Iñigo escribiera algo para el blog durante aquella sequía de ideas, porque dijo que no se le ocurría nada digno de publicar aquí. Y muchos otros amigos míos. Algunos vienen siempre, otros a veces. Los que viven fuera, se pasan por el bar si vienen a pasar el fin de semana en casa. Y yo voy allí cuando salgo de la uni, y entre todos nos comemos una buena ración de patatas de bolsa y nos echamos unas cervezas. Viernes por la tarde, amena conversación en el bar, algo importante en mi vida.

Mi vida: salir a correr

El deporte y yo siempre hemos tenido una relación de amor odio. Cuando era niño, hacía patinaje, un deporte que consistía en caerse al suelo una y otra vez, a grandes velocidades, obteniendo grandes lesiones como raspaduras y heridas feas, de esas en las que la piel se desgarra como el que pela una naranja. Y el que tenía mas heridas feas, era el mas temerario, el mas loco, el mas rebelde. En el colegio, los que hacíamos patinaje eramos los que vivíamos al límite. Una vez me choque contra una farola y me hice un moraton en la mejilla. Tal vez fue por esto, por esta forma que tuvo el deporte de llegar a mi vida, que mi relación con él siempre fue difícil.

Al cabo de muchos golpes, descubrí que el patinaje no era lo mío. Aquello había dejado de tener su gracia. Ya no me divertía como antes cayendo una y otra vez al suelo, mi pequeño cuerpo se resentía. Mis rodillas querían tener piel mas que cualquier otra cosa y decidí concederles ese privilegio. Lo cambié por el fútbol. Bueno, por el futbito. El futbol debía ser genial, aún hoy lo pienso. Ese deporte debe ser genial. Debe serlo, pero yo desde luego no lo creo, por mas que me esfuerzo. Pero entonces era un querubín sin prejuicios y pensé que quería patear el balón con mis amigotes de clase.  El primer día de entrenamiento un chico lleno de piercings y metales por la ropa nos hizo correr durante diez minutos alrededor del campo. Me sentía raro por no tener mis patines, pero me sentía mas seguro. Descubrí que el suelo es estable, que uno puede pisarlo sin miedo, correr por él, saltar e incluso bailar. Y el chico de los piercings, que debía tener mi edad actual pero que a mi me parecía que tenía treinta años por lo menos, era un tío comprensivo y majo. Lástima que se fuera. Sí, fue una lástima que dejara de entrenarnos. Si aquel tío perforado hubiera seguido con los entrenamientos, ¡Tal vez yo sería alguien completamente diferente! Pero no. Vino otro, otro entrenador. Y no se si fue el nuevo entrenador o simplemente el puto balón, pero el fútbol empezó a ser frustrante. Tan frustrante... El nuevo entrenador me hacía practicar con una pared porque yo era completamente malo. El peor. El balón no me hacía caso. Yo quería correr con él. Llevarlo delante de mi, delante de mis pies, patearlo y que fuera a donde yo quisiera, pero no me hacía ni caso. Con mucha frecuencia me golpeaba en la cara, ese era todo el cariño que me tenía. Aún no se muy bien porque, pero solía llevarme un balonazo en toda la cara como una vez cada semana. Tal vez fuera porque era un poco mas alto que los demás. Sí, debía ser por eso, mi cara era mas accesible, los otros niños no debían hacerlo a posta. Simplemente lo que ellos consideraban un tiro alto, era un tiro atroz para mí. Ah, y la pared sí. El entranador se esforzaba por hacer un jugador decente de mí, pero a él también debía resultarle frustrante. Andrés, toma, tu balón. Quiero que tires tiros contra la pared. Bueno, tiros no, pases. Dale pases a la pared y cuando vuelva, dale otra vez sin pararlo. Y allí me pegaba yo quince minutos de vez en cuando, tirándole el balón a la pared. ¡Y aún eso me resultaba difícil! Porque el balón se iba al quinto pino cada dos por tres y yo tenía que correr detrás.

Y así conocí la competitividad deportiva. Amigos, yo quería que mi equipo ganara. Jugábamos partidos todas las semanas y yo quería que ganáramos. Y os prometo que me esforzaba como el que mas. Corría de un lado para otro, molestaba a los jugadores del equipo contrario, les tiraba de la ropa, me ponía delante para que no vieran nada... Una vez tire a uno al suelo y todo, pero me dijo que no iba a esperarme a la salida ni nada. Le ayudé a levantarse y le di la mano. Nuestras miradas se cruzaron y entre nosotros debió correr una especia de súbita comprensión deportiva. Nos miramos y nos entendimos. Mi mirada dijo; tío, lo siento. Tengo que hacerlo para que vean que me esfuerzo. La suya dijo; me alegro de no ser tan paquete como tu, pero te entiendo. Los otros niños no me pasaban el balón nunca y yo lo entendía. Cada vez que lo tocaba, lo perdía. Aquello empezaba a ser una ley científica universal. Balón tocado, balón perdido. Incluso cuando me daba en toda la cara... Una vez tuve una oportunidad de oro. La gloria se presentó por primera vez delante de mi. Por primera y última vez, y si ahora se presentara, la mandaría a paseo. Yo corría de un lado para otro, sin parar, molestando todo lo que me era posible. Corner. O saque de esquina, también, pero no se que narices hacía yo en el centro del campo, porque siempre que había corner, había boyo. Los boyos eran lo mío. Cuando muchos jugadores se agrupaban para intentar rematar con la cabeza. Era mi especialidad. Me metía en el boyo y molestaba a los jugadores contrarios todo lo que podía. Y si acaso, me llevaba un balonazo en la cara. Así que corrí hacia el boyo y por el camino me encontré con el señor balón, que huía como una bala perdida. Y yo estaba solo. Y todo los jugadores delante de mí. Y al otro lado la portería. Me gustaba intentar elevarla. El balón se iba a la mierda casi todas las veces que lo hacía, pero algunas, algunas veces, una de cada diez veces que metía el pie debajo del balón y lo proyectaba hacia arriba, una de cada diez veces... Salía bien. ¡Zas! Lo hice, la elevé y no se torció. El balón voló, planeó por encima de los jugadores. Gol, gol, gol, gol... Pensaba yo. Algunos saltaban para alcanzarlo, pero no. Eso era una auténtica curva elíptica. Y larguero. Le di al larguero. Sonó ¡Clong! Y adiós a la gloria. Y vuelta a la frustración. Y así fue mi vida como futbolista. Al final, algunos niños empezaron a pedirme que no saliera a jugar tanto en los partidos. Que pidiera estar un poco mas en el banquillo. La competitividad da asco. Antes no me gustaba y ahora me repugna. Realmente, realmente, os prometo que realmente uno debe practicar deporte para divertirse. Y nosotros no nos divertíamos. Bueno, mas que en los entrenamientos. Los partidos solían resultarme horribles. Mis amigos enfadados por haber perdido, toda aquella violencia siendo solo unos críos. ¿Por qué sentirse triste después de dos horas de hacer ejercicio? ¿Es qué tiene algún sentido? Jamás practicaré un deporte que haga que me sienta mal después de haberlo practicado, es completamente absurdo. Debieron habernos enseñado que perder no importaba, que lo bonito era intentarlo. Alguna vez solían decírnoslo sin mucho ímpetu, pero no hacíamos caso. Suelo recordar el fútbol como uno de los grandes fallos que cometió la enseñanza pública conmigo.

Llegó el instituto y no hice deporte hasta el último año. No me gustaba, había tenido una mala experiencia y no quería repetir. En segundo de bachillerato hice karate, y parece mentira que yo disfrutara de un deporte ideado como arte marcial. Pero el karate siempre ha sido para mi un deporte, porque la violencia real no es divertida. Pero el karate si lo es. Descubrí a un montón de gente maja, un entrenamiento completo, un control superior sobre el cuerpo. Me encanta el karate. No esperaba pegarme con nadie y no lo hice. En el entrenamiento, simulábamos los combates. Jamás me hicieron daño. Pero a mi lo que ralmente me gustaba, eran las katas. Sucesiones de movimientos, golpes al aire preprogramados. Uno detrás de otro y con precisión. Lo recomiendo. Es genial, estimulante y relajante. Bien es cierto que el karate tiene una connotación violenta, pero lo que uno hace puede tener el significado que uno quiera, si es que no afecta a terceros claro. En un bar me dijeron una vez que el karate es un arte marcial antes que un deporte. Pero esta idea me parece bastante idiota. ¿Por qué hacer de un deporte sano, una escuela de violencia y guerra? Creo que la gente que dice eso no son verdaderos karatekas. El karate ofrece una mayor capacidad y un mayor control para tu cuerpo. Lo que hagas con tu cuerpo, no tiene nada que ver con el karate....

Y llegamos hasta hoy. Dejé el karate porque actualmente tengo clases por la tarde. Y el neumotorax que sufrí en verano no me ha animado a hacer deporte, precisamente. Pero el domingo pasado sentí un impulso. Me había atiborrado de amburguesa, patatas, cocacola y otros aperitivos, porque Alba y yo habíamos ido al cine. Me sentía pesado y de pronto tube ganas de correr. Igual que en Forrest Gump.  Rebusqué en el armario y me puse una camiseta que solo me he puesto las dos veces que se ha estropeado la labadora y no ha habido ropa limpia. Busqué y busqué y me puse un viejo pantalón de chandal que no usaba desde hacía un par de años y las deportivas. ¡Menuda pinta! Me miré en el espejo, daba risa. Sócrates se ensañó con mi chandal. Le entendí perfectamente, pero no le dejé. Y así salí a correr. Por cierto que era de noche, serían las doce o así. No había nadie por la calle, daba gusto. Solo el sonido de unos condenados coches que pasaban de vez en cuando. No llevé música. Quería haberlo hecho pero no pude. Había puesto mi mp4 a cargar pero al salir de casa, descubrí que estaba en posición off y no se había cargado. Recordé las palabras de alguien que me dijo el día anterior: la gente que no puede estar sin música suele tener miedo a escuchar sus propios pensamientos. Y tal vez llevara algo de razón. Yo no tengo miedo a pensar, pero a veces me canso. Y ya llevaba una temporada sin pensar mucho, así que salí a correr sin auriculares. Salir a correr por la noche es genial, también salí el martes y hoy me toca otra vez. Creo que uno puede hallar un poquito de paz aquí si va a leer a la ciudadela por la tarde o si sale a correr por la noche. Nada que ver con la paz que uno encuentra en el campo, pero algo es algo. ¡Ah, y fue la primera vez que hacía deporte en serio desde que salí del hospital!

Mi vida: el primero de mayo

Creo que Dionisio debió estar presente en mi celebración del primero de mayo. Voy a hablaros de algo que toma bastante importancia en mi vida, para bien o para mal. La fiesta y el despiporre.

El uno de mayo fue sábado y me levanté tarde. Y es raro que fuera un día especial para mí habiéndome levantado tarde. Porque los días especiales suelen empezar con un buen madrugón. No se muy bien porque. La explicación mas lógica es que si te levantas pronto, tienes tiempo de hacer mas cosas. De todas formas, creo que si relaciono los días especiales con los madrugones, es por el pueblo. Durante los pocos días que paso en el pueblo todos los veranos, siempre me levanto muy pronto y echo a andar. Y eso amigos, eso es la vida. Pero volviendo al uno de mayo, me levanté tarde, y me duché. No tenía pasta, estaba a cero. Turri me había invitado a la comia de cumpleaños. No era solo su cumpleaños, también el cumpleaños de Etxepare y de Cris, a quien a penas conozco. Yo ya lo había advertido de mi falta de pasta, pero me dijo que no importaba. Me dijo que bastaba con que llevara algo de comer y de beber. Le llamé. Hola Turri, Hola Ender ¿Vienes para aquí o qué? Si hombre sí, voy para allá ¿Qué quieres que lleve? ... Hielo. Ender, necestiamos hielo, dijo Turri. Mucho hielo, todo el que puedas traer. Salí de casa bastante animado. No sabía como llegar al sitio de la celebración, lo único que sabía es que estaba en la Txantrea. Pero la Txantrea no es sitio muy grande, así que pensé que acabaría llegando de una forma u otra. Compré ocho kilazos de hielo y los metí en mi mochila. Apenas cabían. Luego cogí el autobus y disfrutando del trayecto, confié en mi buena suerte. Al cabo de veinte minutos de viaje, vi a un amigo en la acera. Toqué el botón de parada, me bajé y fui a su encuentro. Era Murgui. Él tampoco sabía como llegar, pero al menos tenía saldo en el móvil. Había mucha gente y mucha comida. Y todo eran personas amables. Algunos me conocían y otros no, pero todos tenían palabras amables para mi y eso hizo que estuviera muy agusto. Comí salchichas, bacon, txistorra, pinchos morunos y chuletas. Y bebí sidra, me gusta mucho la sidra.

Creo que cuando uno se divierte así, debe tener en cuenta dos factores. Apruebo la fiesta si se tienen en cuenta dos sencillos factores. El trabajo y el acohol. Yo no creo que el trabajo sea muy importante en la vida. Ni mucho menos que el trabajo nos haga hombres, algo así oí de Carlos Marx. Pero hay algo que si que comparto con este hombre, y es que el trabajo es necesario. El trabajo dignifica, da fuerzas, y tal vez hasta libere endorfinas. Hay una cuestión que he resuelto por esta linea de pensamiento, un dilema: si el dinero da o no la felicidad. El dinero solo es un medio, lo que permite la felicidad es el trabajo. Algunos dicen que sin dinero no podemos vivir, pero esas personas confunden el dinero con el trabajo. Es el trabajo el que nos permite alimentarnos y tener guitarras, material para pintar cuadros y libros. La manera que utiliza el trabajo para cumplir estos objetivos es el dinero. Pero yo pienso que sólo el dinero que uno gana de forma justa con su trabajo, pero ojo, con un trabajo honrado y reconfortante, es el que permite la felicidad. De esta manera, yo llego a mi conclusión de que quien amasa mas fortuna de la que merece, no será feliz, al menos no por esa vía. Y quien cumple estas condiciones, es quien merece la fiesta, quien podrá disfrutar plenamente de ella.

Y la otra cuestión; el alcohol. Quien beba alcohol y consuma drogas, debería ser plenamente consciente del deterioro mental que puede suponer. A mi me gustaría morir con muchas cosas aprendidas. La vida se me manifiesta con la belleza del arte y con el entendimiento de la cultura, entre otras cosas. Las drogas no ayudan a eso, por eso yo digo no a ellas. A veces, para asegurarse de que la gente actua con libertad, hay que darles conocimiento. Miento, sin cultura nunca hay libertad. Y si la gente tubiera pleno conocimiento de las drogas y sus efectos, tal vez éstas dejarían de ser un problema. En el instituto se limitaban a decirnos; drogas no. Podría ser que al gobierno no le moleste tanto que haya quien se drogue, al igual que no le molesta tanto que la enseñanza publica no sea muy buena. Pero de eso ya he hablado mucho y hablaré mas. Podría resumirlo ahora en una frase, nuestros líderes politicos defienden un status quo del sistema, porque les beneficia directamente. Y hay cosas que podrían romper ese status quo y ponerlos de patitas en la calle. O al menos hacer que ganaran un sueldo digno y uno uno abusivo.

Como decía, bebí sidra y creo que no beberé mas alcohol hasta dentro de un mes. Me lo pasé muy bien y creo que ya he dibagado suficiente sobre la fiesta. Una parte importante de mi vida ahora que soy joven, pero que espero que pase y deje su lugar para algo tal vez mejor.

Mi vida: la casa de Hettar

Antes, Hettar y David vivían en un piso mas céntrico, pero siempre que recuerdo aquel lugar, recuerdo un lugar sombrío. Tal vez porque entraba poca luz o tal vez por la decoración oscura. Uno de los días que me pase por allí, había mucha basura en el suelo. El salón debía ser menos espacioso que el que tienen ahora, porque la basura tenía un nivel mas alto en el suelo y me llegaba a las pantorrillas. En aquel lugar, nunca vi claramente a Mikoto, la gata de David. A veces la veía pasar rápidamente, o la oía entre la basura. Aunque el puesto de trabajo de Hettar era mas chulo que el que tiene ahora. Se sentaba en su ordenador y daba la espalda a un ventanal. Siempre es bonito trabajar de espaldas a un ventanal, pero en los días que yo estuve, no debió entrar mucha luz, pues mi recuerdo, como digo, es de un sitio sombrío.
César, por su parte, tenía un cuarto mas grande que el que tiene ahora. Una vez estuve allí. Era un sitio siniestro. El techo era muy alto y todo estaba lleno de comics, papeles y libros de rol. Sobraba espacio, creo. Una de las paredes era territorio sagrado, decía César, porque era una pared que tenía en común con la iglesia de al lado. Había colgado posters y eso daba mal rollo.

La primera vez que subí a la casa nueva, estaba sin amueblar. Ayudé a David y su hermano a montar una pequeña librería, que automáticamente llenaron de comics, de libros y de mangas. Y el siguiente día que me pasé por allí, todo estaba tal como está ahora. Los sillones descosidos, la mesita del salón llena de mierda. Tantísima basura por el suelo... Y la gata caminando a sus anchas, casi como una rata de cloacas, olisqueando y mordiendo todas las bolsas de patatas y botellas y latas de refresco que allí se almacenan cada mes, entre limpieza y limpieza general. Alguna vez le comento a Hettar que no es higiénico, pero el siempre responde que aún no tiene pústulas en las manos, ni segrega sangre de Alien. Y que cuando eso pase, empezará a preocuparse por no tirar la basura al suelo o dejarla donde caiga.
Recuerdo que un día entré y vi a Cesar y Melisa agarrados. Y entonces deduje que debían estar saliendo o algo, y que un día se iban a casar y que uno de sus hijos llevaría mi nombre. Cesar y Melisa dicen que soy especial y eso hace que me sienta raro.
Dicen que a David le llaman "no-friki" porque va mas allá del frikismo, al igual que a los muertos vivientes se les llama "no-muertos" en la literatura fantástica. Cesar dice que a mi deberían llamarme "no-especial", porque doy un paso mas de tan especial que soy. Algo así deben decirles a los chicos con problemas, y cuando me dicen que soy especial me siento como un discapacitado. Pero normalmente no me siento especial y no creo que lo sea. Siempre he pensado que en el mundo, todos somos muy parecidos. Y aunque tengamos personalidades diferentes, fuerza de voluntad o vagancia, paz o guerra en nuestro interior, siempre nos necesitamos los unos a los otros. Hay gente que sabe eso, y gente que no lo sabe. Pero es la verdad y es algo que nos hace muy parecidos. Claro que luego tenemos nuestras diferencias. Se podría decir que somos parecidos y diferentes al mismo tiempo.
Solo me siento especial cuando estoy triste. Cuando estoy muy triste. Cuando me pasan cosas malas. Entonces suelo notar que no entiendo el mundo y eso es lo que hace que me sienta estúpido y especial.

El hecho de que me sienta especial en esos momentos, hace que me compadezca de la gente que quiere ser diferente. Eso esta de moda entre los jovenes, se hacen llamar frikis, indis, y hasta se harían llamar idiotas si eso les hiciera diferentes. Algunos adolescentes quieren ser diferentes al resto del mundo y eso hace que me den pena, porque no tienen ni idea de lo que es ser diferente. Pura ignorancia, tal vez. Menos mal que solo son temporadas. Todos hacemos idioteces de adolescentes.

Otro que suele andar por allí, por la casa, es David, claro. David está en paro pero hace sus cosillas, aunque en honor a la verdad, no le sienta muy bien estar en paro. Antes trabajaba en la granja escuela de Ilundain ayudando a chicos con problemas y pronto se oyo decir que era el mejor profesor que allí había estado nunca. Y yo me lo creo, claro. Y antes de eso, vendía palomitas en unos cines y pronto se le conoció por ser el chico que te decía "se bueno y se feliz" si le comprabas algo. David siempre se arregla mucho para salir por ahí. El sabado pasado llevaba colonia y gomina, creo. Camisa, ropa limpia. Lo que se dice elegante, vamos.

Y ya no tengo muchas cosas mas que decir. Hablo de la casa de Hettar porque es uno de los sitios donde me siento cómodo y supongo que eso es representativo de mi mismo. En el señor de los anillos, hay un sitio llamado Rivendel, gobernado por elfos. Cuando los personajes llegan allí también se sienten muy cómodos y siempre hay comida y bebida y sitio donde dormir. En casa de Hettar no hay nada de eso, pero aún así es un buen lugar. Cuando voy intento llevar patatas, cocacola y de más. De no ser así, les rapiño lo poco que tengan por ahí y me quedo tan ancho. Pero me da pena pensar que un día se irán todos de allí, y el piso se alquile tal vez a gente idiota, de esos que se juzgan los unos a los otros constantemente y no saben disfrutar de una pelicula mala, como alien vs predator dos.

Mi vida: presentación

Empiezan los examenes. Ese es el primer sentimiento que he tenido hoy. He tenido una idea. Singuiendo los consejos de mis amigos Hettar y Garci, voy a hablar de mi vida. Durante los proximas días, seguiré el primer proyecto a largo plazo de este blog. Mi vida será una colección de entradas que hablaran de eso, de mi vida. Pero no espereis que la describa de cabo a rabo, ni mucho menos que hable de mi como elemento principal, pues yo no soy el elemento principal de mi vida o al menos no me siento así. Hablaré de la gente que me rodea y de distintas experiencias. Al fin y al cabo, ¿Por qué no hablar de lo único que tengo? Es legítimo que yo hable de mi vida.
Como sabeis, estoy falto de ideas, así que esto es lo que haré hasta que retornen. Pero no será mi deber que el lector vea o aprenda alguna enseñanza o transfondo de lo que yo vaya a contar en Mi vida. No, eso será responsabilidad de cada uno. Yo hago esto como muestra de humildad al seguir un consejo que alguien me ha dado de forma sinciera, yo hago esto porque me gusta escribir y porque tal vez aprenda algo cuando haya terminado. Eso espero. Escribiré entre rato y rato del estudio. Mañana empiezo.