Distracción
Aquí nos podemos hacer una idea de porque suelo decir que tengo pájaros en la cabeza. Aviso de que escribo todo esto para desahogarme, y no cuento nada especial, interesante o siquiera entretenido. Es simplemente que a veces me harto de la forma en que funciona mi cabeza. Joder, que tétrico acabo de ser. En fin, no es para tanto, pero a veces si que me canso de mí mismo. Y otras muchas veces no. A todos nos pasa, supongo.
Os voy a contar como me he distraído hoy en la biblioteca durante cinco minutos, mientras estudiaba. Estaba sentado en una mesa circular con una pareja de novios y de repente, me he acordado de una cosa que leí en internet. Un señor proponía un juego mental-psicológico bastante tontorrón que consistía en lo siguiente: el jugador debía dedicar un par de minutos a imaginar como será su futuro. No tiene porque ser un futuro muy verosímil, pero si ha de tener cierta relación con la realidad. Me explico, si imaginas que vas a tener un futuro de ciencia ficción con extraterrestres o superpoderes, el juego no funcionará. Pero por ejemplo, si puedes imaginar que pierdes una pierna en un accidente, ya que eso es algo que entra en los marcos de lo posible. La cosa queda a la elección del jugador. Insisto en que es un juego muy tontorrón, porque cuando ya has imaginado bien como podría ser tu futuro, lo que tienes que hacer es pensar que tu vida está llegando a su final y que entonces viajas al pasado, hasta el presente. Y ahí acaba el juego, ¿Dije o no que era una tontería? El efecto que debes tener si te has concentrado lo suficiente es, efectivamente, el de viajar en el tiempo. Y volviendo a la biblioteca, a la mesa circular y a la pareja de novios, diré que yo no estaba pasando un mal rato, ni me estaba aburriendo precisamente. Aun así, no he podido evitar distraerme durante cinco minutos, que se le va a hacer. Sin quererlo, he aplicado el jueguecito mental a la pareja de novios que tenía en frente. He imaginado que cortaban al cabo de tres meses y cada uno se iba por su lado. Naturalmente, cada uno de ellos encontraba a una pareja que se les antojaba mejor que la anterior y a grandes rasgos, se podría decir que cada uno de ellos conseguía una relativa felicidad en su vida. Ya se sabe, momentos malos, momentos buenos, momentos muy buenos... Lo que se dice una vida supongo, y digo supongo porque yo solo soy un querubín y como ya he dicho muchas veces, no se de que va la cosa. Siguiendo con la distorsión del juego que aquel señor anónimo publicó en un foro de la red, he imaginado que la chica acababa siendo de mi familia. Y eso era así porque, en mi imaginación, yo nacía después del presente. Como unos treinta años después, pongamos que la chica era entonces mi tía. Y mi tía, que no era otra que la novia del chico que estaba delante de mí en la biblioteca, cuarenta y nueve años después, me enseñaba un viejo albun de fotos. Y en una de esas viejas fotos del futuro que yo estaba imaginando, salía el presente, es decir, la biblioteca. Y ahí estaba yo, en un extremo de la mesa, con la nariz metida en un libro, mientras mi tía y un antiquísimo exnovio se intercambiaban miradas. Y ¡Zas! ¡Viaje en el tiempo! Y mi yo del futuro viajaba al pasado y ahora era yo mismo en el presente, que en mi imaginación era el pasado. Y entonces he decidido parar de jugar porque mi integridad mental, en general, estaba en peligro.
Después he recordado una película de ciencia ficción que vi hace mucho. No recuerdo el título, aunque no importa, porque la película no era de mucha calidad. Lo interesante era, únicamente, el argumento, en el que una empresa se dedicaba a mandar turistas al pasado, a las principales catástrofes de la humanidad. Y los turistas iban al Vesubio, a algún que otro tornado, a algún otro ataque terrorista. Y justo antes de morir, viajaban en el tiempo y no les pasaba nada. Todo esto lo descubría el prota de la peli, porque veía unas fotos en las que aparecía el mismo tipo, a pesar de que las fotos distaban cronológicamente ciento cincuenta años unas de otras. La emoción venía cuando se encontraba con ese tipo, con el que salía en las fotos, en el interior de un avión en pleno vuelo. ¡Horror! Eso solo podía significar que el avión iba a estrellarse. Y eso... Recordando la película se han completado mis cinco minutos de distracción y he seguido a lo mío.
También quería comentar que hoy he conseguido calmarme un poco. He mirado por la ventana; afuera llovía intensamente. Me he fijado en un punto del asfalto iluminado por una farola, serían las ocho o las nueve de la tarde. He visto la lluvia caer y rebotar sobre el asfalto, con la luz anaranjada y me ha gustado, así que he estado como quince minutos mirando ese punto y pensando en mis cosas. Después he resoplado de placer emocional, porque han sido quince minutos liberatorios.
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