A petición de Hettar
Digo, para eximirme de toda responsabilidad. Esto es a petición de Hettar. Es un pequeño relato que escribí durante mi estancia en el hospital. Fruto del aburrimiento, de las malas pulgas y del hastío por la comida que venía todos los días en repugnantes bandejitas de plástico. En fin, no es el estilo al que os tengo acostumbrados, aviso.
Llegué al hospital. No era mi día. No había tenido suerte, aunque yo no sabía nada todavía.
-Hola, soy Manuel Marambio. -dije en control.
-Su habitación es la 309, al fondo a la izquierda. Enseguida lo instalará mi compañera, ¿Está usted nervioso?
Era la primera vez que me lo preguntaban desde que había salido de casa. No, no estaba nervioso. La cirugía iba a ser sencilla, si acaso tenía yo un poco de miedo. ¿Tiene usted miedo? Deberían haberme preguntado ese día, pero claro que nadie se atreve a preguntar algo así. En parte porque no hace falta, porque se entiende que el que está nervioso por una operación, tiene un poco de miedo. Pero yo no estaba nervioso, había conseguido controlarme. El miedo era otra historia.
-¿Estás nervioso? -volvió a preguntarme mi compañero de cuarto, que era un joven muy extraño. Iba con el camisón del hospital, una barba adolescente de semanas, y los ojos entornados hacia el suelo. Llevaba una bata roja que le daba un aire muy aristocrático, muy elitista. Leía poesía. Era un joven muy extraño.
La enfermera entró y la noté yo preocupada. Me mostró el armario, el baño, me enseñó el funcionamiento de la cama eléctrica... Pero como digo, no era mi día. Lo supe porque me lo dijo la propia enfermera.
-Hoy no es su día.
Me puse nervioso. Habló rápido, bajito, con el tono de la irrelevancia. Pero no era una buena actriz. Supe que hablaba en serio al instante, y eso fue lo que hizo que me pusiera nervioso.
-Le digo que hoy no es su día, ha tenido usted muy mala suerte. Si hubiera venido mañana... Pero no, ha tenido usted que venir hoy.
-¿Cual es el problema? -pregunté consternado, desolado e intranquilo; sensaciones que crecían en intensidad con el progreso de aquel terrible discurso, de aquella macabra verborrea.
-El problema, señor Marambio, es la comida. Hoy hay mierda para cenar.
La enfermera se fue, dejándome allí, en pie, asimilando lo que acababa de decir. Se fue y dejó tras de sí la negra visión de la coprofagia. Mudo me senté en la cama, sin decir una palabra. La mente en blanco y sin energías.
-Has tenido mala suerte, -habló mi compañero, el joven extraño, sin levantar la vista de su libro de poesía- los jueves siempre hay mierda.
No lo oí. Mis sentidos desaparecieron. Me quedé como una estatua hasta que llegó la cena. Mi sensibilidad regresó entonces de golpe, con aquel olor. Lo noté por el olor, por el fétido aroma del desecho, por el instinto animal que me decía desde mi interior, ¡Corre, corre! ¡Aléjate de la mierda!
Cuando al fin destapé la bandeja, descubrí la mas terrible de las pesadillas, la cima del mal gusto, la reina de la arcada y del revuelto estomacal. Una hez enorme, seguramente de vaca o de caballo, me esperaba en el plato, lista para ser engullida con cuchillo y tenedor.
10 comentarios
morgan -
Ender -
http://hettar.es/blog/
Patxi -
el relado es muy chucknorriano
Ender -
Patxi Marambio -
Ese relato me gusta desde lo lei, ya sabes tu porque, y no es por marambio de mierda
DanL -
Naele -
Por cierto: vaca* xD
Elias -
Laura -
Garci -