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Paperback Writer

Los Cines Iturrama

A éste le meto muchas fotos, que para eso estamos en internet.

Uno de los parroquianos habituales del Out of Time le contó a Gonxal hace unas semanas un sueño un tanto extraño. En ese sueño, Gonxal y yo eramos viajeros del tiempo. Supongo que Nacho, el tipo que lo soñó, debía haberse tragado hacía poco unas cuantas temporadas de Doctor Who, o quizás el día anterior se había visto los 12 monos, esa tremenda película de Terry Gilliam. Quizás fue Regreso al futuro, otra de las grandes del Género, o quizás fue la primera de todas, La máquina del tiempo. Mucho cuidado que hablo de la original, la de 1960, una buena adaptación del pequeño libro de H.G. Wells.

 

  

 

Un cuento sencillito, cándido y algo flojo en cuanto a ciencia ficción, pero entretenido y emocionante. No hay que olvidar que hablamos del primer viaje en el tiempo que apareció en la literatura. La película en cuestión, cortada por el mismo patrón que el libro, también merece la pena. El cartel que le hicieron en su día es tremendo. Luego, en 2002, algunos idiotas hollywoodienses decidieron hacer una nueva versión del film y les quedó una ponzoña de tamaño considerable con la que imagino se llenaron muy bien los bolsillos.


 

 

En fin, no sabemos que inspiró el subconsciente de Nacho, pero nosotros ya estamos bien introducidos en esto de los viajes en el tiempo, o por lo menos ya tenemos alguna sólida referencia como para enterarnos del argumento del sueño. Todo empezaba cuando Gonxal y yo aparecíamos, muchos años atrás, para decirle al joven Nacho que nos conocería en el futuro y que necesitaríamos mucho dinero para poder construir la máquina viajera que nos había traído hasta él. Nacho, desde aquel momento, se ponía a ahorrar como loco y en el presente, sin que quedara muy claro como iban las cuentas financieras, nos costeábamos un vehículo ideal para movernos por la historia. Lo que más me llamó la atención del sueño fue que en nuestro primer viaje temporal no hacíamos otra cosa que personarnos en los antiguos Cines Iturrama, esos cines que han pasado a la historia de la ciudad de Pamplona por el hecho de llevar cerrados e intactos dieciocho años.

Lo más probable es que fuera simplemente la visión de los cines cerrados lo que inspirara a Nacho a tener un sueño de ciencia ficción. Y no es para menos. Yo mismo he pasado mucho ratos muertos en ese porche, junto al fotomatón, a los letreros que indican la numeración de las salas y a los escaparates con los carteles descoloridos de películas de los noventa. Entre ellas Matilda, una de Robert de Niro y alguna más. También por la noche, de vuelta a casa, a veces empujado por el alcohol, me he acercado a pegar la cara en los cristales y tratar de atisbar el interior de los cines. Barandas de cromo, suelo de granito, paredes ocres, y todo recubierto por una espesa capa de polvo gris. Un pasillo que se abre justo de frente, que da a las salas y se pierde en la oscuridad. Cuántas veces habré entornado los ojos allí, con la frente pegada al frío cristal, tratando de atisbar el final del corredor. Hace años había un viejo aspirador, no he comprobado si sigue, allí puesto, en mitad de la nada. Todavía funcionaría si a alguien le diera por enchufarlo. Un trasto viejo, de esos con la bolsa por fuera y mango largo.


 

 

La verdad es que sólo estuve dentro una vez, de muy niño. Recuerdo que fui con mi madre a ver una película en la que Whoopi Goldberg se hacía amiga de un dinosaurio T-Rex. Una cosa muy extraña que no entendí y que no creo que nunca vuelva a ver. Recuerdo que al acabar la película salimos por la puerta de atrás, pero no hay nada que ver allí ahora, la han cerrado con una persiana metálica.


  

 

Volviendo a la fantasía onírica de Nacho, tengo que decir que no se como sigue. Supongo que los tres nos íbamos a ver alguna película de acción, quizás alguna de las secuelas de Predator, o alguna de Sylvester Stallone, quien sabe. Gonxal me preguntó si no me parecía curioso que lo único que hiciéramos en este fantástico sueño fuera viajar a los antiguos Cines Iturrama, y aunque indudablemente lo es, desde un punto de vista ficticio no tiene porque serlo. En la serie de Doctor Who, por ejemplo, nos enseñan que si puediéramos viajar por el tiempo, lo más recomendable sería hacer turismo, dado que el pasado no se puede cambiar.

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