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El Boulevard Jazz

El Boulevard Jazz

Este mes ha cerrado un bar bastante importante en la cultura musical de Pamplona. Importante de verdad, primero por los años que llevaba abierto al público (muchísimos), y segundo por la cantidad de música en directo que ofrecía. Para mí era un lugar encantador, pequeño, antiguo. Entrar allí era como viajar en el tiempo, el escenario con su brillantina, el terciopelo, los asientos de cuero, las fotos en blanco y negro. De hecho siempre me consideré muy joven para su ambiente, no porque no pudiera entenderlo, sino porque sencillamente las personas que lo frecuentaban eran mucho mayores que yo, es una pena. Era una pena. De hecho, una de las primeras veces que fui, me echaron por ser demasiado pequeño.

Debió ser hace cosa de diez años, tendría unos catorce. Salí de casa solo, un sábado por la noche, y fui. Ese día tocaban los míticos Beat-Less, la única banda tributo que he llegado a comprender. Mi profesor de trompeta me había avisado del concierto. Entré, el bar estaba a rebosar. En la zona de mesas frente al escenario no quedaban sitios, así que todo el mundo se amontonaba al fondo. Como siempre que tocaban los Beat-Less. Yo le pregunté al camarero cuándo iba a empezar el concierto. Supongo que no sabía que los conciertos en bares se retrasan siempre. Ahora lo se muy bien. El camarero me dijo que empezarían dentro de una hora más o menos. Luego se quedó un rato mirándome, frunciendo el ceño, y me dijo que de todas formas, yo no debería estar allí, y que sería mejor que me largara. Me fuí, me enfadé, lo olvidé. Hoy me he vuelto a enfadar con ese tío, porque qué narices, si no fuera por él habría disfrutado una noche más de un sitio que me encanta y que ya no estará disponible.

Yo nunca lo frecuenté mucho. Solía caer por allí unas tres o cuatro veces al año. Siempre me pedía un gintonic y me sentaba en alguna de las mesas con algún amigo. El dueño solía poner cacahuetes sobre las mesas. A veces gominolas. Uno se sentía muy cómodo allá y la música siempre me gustaba. Las canciones nunca se tocaban con complejos, siempre sin pretensión. Y las letras vacías, excesivamente metafóricas y sin significado, no solían tener cabida. Los músicos eran los propios habituales del bar y solían tocar boleros, temas de Sabina, Los Secretos, Fito, Dire Straits, rancheras, etc. Como todos eran amigos, el ambiente era siempre muy familiar.

En alguna ocasión, el dueño, que tocaba el piano, se sentaba a nuestro lado. Le gustaba charlar, siempre se le hacía raro que gente tan joven estuviera allí. Tenía una corbata muy chula con unas teclas de piano dibujadas. En alguna ocasión llegué a cantar alguna canción. Una vez él me dijo, para hacerse el interesante, que mi forma de cantar no estaba mal, pero que podría estar mejor. La verdad es que él cantaba de pena pero tocaba muy bien el piano. El último año el bar lo han llevado unas mujeres majísimas. Una de las pocas veces que he coincidido con ellas nos invitaron a chupitos a mi amigo Nacho y a mí hasta dejarnos bien torcidos.

Recuerdo una anécdota más o menos divertida. En el bar había un bajo Jazz Bass. Un Fender de los setenta precioso, desgastado pero en buen estado. En una ocasión, al cierre, le pregunté al cantante de los Beat-Less, ya en la calle: "¿cuánto puede costar el bajo del Boulevard?". Ambos estábamos algo tocados. Me contestó: "pues teniendo en cuenta que el bajo de noseque bar cuesta nosecuantos miles, el bajo del boulevard debe costar nosecuantos mil". Me volví a casa pensando que el Jazz Bass valía muchísimo más de lo que pensaba. Me pregunté qué bajo tendrían en ese otro bar para que fuera todavía más caro. A la mañana siguiente caí en la cuenta de que el tío pensó que le había preguntado por la bajera (bajo) y no por el instrumento (también bajo).

La noche en que el Boulevard Jazz abrió por última vez caí allí por casualidad. Me enteré ese mismo día. Había concierto, me tomé un gintonic y cuando el conciertó acabó, los músicos habituales estuvieron tocando toda la noche. Un tipo con el que había cantado una vez, un tío majísimo que toca muy bien el piano, me dijo que tenía que subir a cantar mi versión de Creep, de Radiohead, y lo hice. Algunos de los que estaban tocando me acompañaron, aunque hubiera preferido que lo hubiera hecho él con el piano. Yo tenía la voz algo mal por culpa de la ginebra, y no me salió muy decente, pero es un buen recuerdo. Después el cantante de los Beat-Less me dijo que le había gustado mucho, seguramente sin acordarse de las anteriores veces en las que habíamos hablado. Me dijo: "¿eso era Creep? Ha estado muy bien", y yo le dije: "es un honor". Y no le mentía.

Siempre admiré mucho a la gente que tocaba y cantaba en ese bar. Eran buenos, muy buenos, eso sin duda. Pero lo que siempre me maravilló (y me enseñó) fue su actitud. Tocaban para pasárselo bien y lo conseguían, se reían, se emocionaban, se emborrachaban, y yo siempre me iba a mi casa con la piel de gallina.

2 comentarios

Ender -

¿Nunca fuiste? Estaba en Iturrama, en la plaza Félix Huarte. En el mundo de los bares de puedes encontrar de todo, jeje. En Pamplona era bastante único.

Sergio -

Joder tío! Esos bares molan. Me hubiera gustado pasarme si hubiese sabido de su existencia... Me pregunto si habrá alguno parecido así por Pamplona, la verdad que no estoy muy puesto, pero me suena que en las grandes ciudades todavía se encuentran este tipo de reliquias.

Como darse una vuelta por el pasado. Supongo que este tipo de sitios, una vez que prohibieron fumar en los bares ¿perderían gran parte de su aura?