Elegía por la muerte de un gato callejero
Cuando publiqué el poema de las avionetas no estaba seguro de que realmente fuera a gustar. Me bastó la opinión sincera de Iñigo para hacerlo. Por lo visto, nadie me mostró un desagrado estricto por el poema y ello me da una pequeña burbujita de confianza para transmitiros el siguiente. En concreto, estos versos llevan ya un tiempo en mi cuaderno. Los publico ahora porque estos días no estoy teniendo mucho tiempo para pensar en que escribir. Espero que os gusten y os hagan sentir alguna que otra sensación nueva. Los que lleveis algún tiempo leyendo la bitácora, tal vez ya conozcais la historia de este animal que rondaba por mi barrio.
Había un gato negro
que vivía en mi portal
por caridad de vecinos,
a base de leche y pan
y carisma de felino.
Él siempre vivió sereno,
entre coches y ciudad,
no entendía de venenos
ni de bombas a explotar,
ni de luchas, ni de sangre,
sólo de correr en paz.
Rehuía a las personas,
pues no era humano, sino gato,
las calles eran su zona,
y su vida y su paisaje.
Siempre fue animal salvaje;
no doméstico encerrado,
ni político abogado.
Una mañana como tantas,
en un día de calor,
yacía el gato tirado
tranquilo en el empedrado.
En la acera, paraba la gente,
a contemplar su pelaje reluciente,
como si no fuera gato,
como si fuera otro ente
de esos que pueblan el cielo,
de esos que sirven de ejemplo,
de esos que viven su tiempo.
Adiós pequeña bestia,
a quien no veré ya mas.
Reúnete con el sol
que aquí queda tu recuerdo,
pues he sido tu testigo,
tu pupilo, buen amigo,
quien te ha visto relucir,
entre hormigón y asfalto,
quien te ha visto ser feliz.
¿Será que todos tenemos,
un poco de gato negro?
Pues huímos del hogar
anhelando libertad,
vivimos de leche y pan,
y en un día como tantos,
descansamos siempre en paz.
7 comentarios
elias -
Ender -
izkue -
You have the words!
palacin -
morgan -
morgan -
Elena -
Y la ultima estrofa tambien me gusta bastante ^^